

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
javier ortizde lazcano
Martes, 29 de mayo 2018, 00:13
Adina Sangeorzan leyó en 2004 un anuncio en un periódico rumano. Un trabajo en una fábrica de bolígrafos en Euskadi a cambio de 500 euros. La madre de Cristian Ganea, presentado este lunes como nuevo jugador del Athletic, llevaba años ejerciendo como enfermera, pero la familia necesitaba emigrar para asegurar un futuro mejor al matrimonio y sus dos hijos.
Adina pagó. Fue una víctima más de las mafias que se lucran con la desesperación humana. Abandonó la pequeña localidad de Telciu (Transilvania, 6.300 habitantes) y viajó a España con seis compatriotas. Ni fábrica de bolígrafos ni trabajo para ellos. Nada.
Mujer de carácter, Adina no se rindió. Se quedó en Basauri y al mes y medio tuvo un golpe de suerte. Abordó a unas compatriotas en la calle y le echaron una mano para buscar empleo. La enfermera comenzó a limpiar casas. «Lo piensas ahora y te das cuenta de que fui una ingenua», reconoce la mujer mientras recibe felicitaciones de sus vecinos. Ha cumplido el sueño vasco. Su único hijo varón alcanzará uno de los reconocimientos deportivos más preciados de Bizkaia: jugará en el Athletic, con el que ha firmado tres temporadas.
Pero antes de que ese sueño se materializara, Adina tuvo que pelear duro. A los ocho meses de instalarse en Basauri llegó su esposo Viorel, que hoy es camionero en la empresa Transáez de Agoncillo (La Rioja) y sirve al Lidl de Llodio. Un año y dos meses después aterrizaron sus hijos, Ionela, la mayor, hoy de 29 años, y Cristian, que vino a Euskadi con 11. Adina ya trabajaba en Eroski. La misión que le trajo a Basauri estaba cumplida y el porvenir de los suyos, encarrilado.
El padre, que jugó al fútbol en equipos modestos de su país, inculcó a Cristian la afición al balón. «Es un apasionado», aseguran quienes le conocen. Llevó a su pequeño al viejo San Mamés en varias ocasiones, y la pasada campaña ambos presenciaron el derbi ante el Alavés. Viorel siempre soñó con que su hijo jugara un día en el Athletic.
Es una figura clave en la trayectoria de Cristian. En su niñez le inculcó el sentido de la responsabilidad. No había excusa para ausentarse de un entrenamiento o un partido. Jugaba en el Inter Viisoara, a 60 kilómetros de distancia, y la familia recuerda viajes en medio de nevadas en Transilvania para acudir a sesiones preparatorias o a jugar.
Era un chico al que había que tomar en serio. Su madre evoca la primera sorpresa que causó. «Con su modesto equipo jugaron un torneo en el que los favoritos eran los equipos de la escuelas de Popescu y Hagi. Y aún así ganaron».
Cuando se estableció en Euskadi, Cristian quiso seguir jugando. «Un día, al volver de la playa, fue con su padre al Basconia a preguntar a ver si podía hacer una prueba», recuerda Adina. «Le dije: 'Si traes ropa, la haces'», relata Rubén Santiago, que entrenaba a los infantiles del club. Cristian y su progenitor fueron a por las prendas, compraron unas zapatillas y regresaron. «Le vi maneras enseguida. No sabía ni castellano ni euskera. Nos entendíamos en un inglés básico y por la pizarra», relata el técnico. «Se apreciaba que quería dedicarse al fútbol», recuerda en la terraza de Las Boleras, junto al polideportivo de Artunduaga, Iñaki Bejarano, entonces coordinador de la cantera del Basconia.
«Era una bomba de jugador», añade Juan Ignacio Azurmendi, presidente del club de Basauri, cuyo primer equipo es convenido del Athletic, pero con una cantera independiente. Azurmendi, que tiene una gran relación con los Ganea, destaca cómo han salido adelante y se han adaptado a un nuevo país. «Están totalmente integrados y muy agradecidos a todos los que han tenido que ver en la formación de su hijo. En Basauri les apreciamos todos. Cristian es un chico muy formal que nunca ha hado un problema».
La familia prosperó a base de trabajo. La madre y la hermana se hicieron con un bar, el Scala, hoy Rincón de Soloarte. Lo dejaron para fundar el Kanela Kafe en la calle Galicia, que en abril ha cumplido tres años. La hija se casó con un compatriota que echa una mano cuando aparece por el local. «La familia es una piña. Se les ve muy unidos», relatan los parroquianos.
Cuando Cristian dejó la categoría cadete, potentes escuadras de cantera como el Danok, el Romo y el Santutxu intentaron ficharle, pero él optó por seguir en Basauri. Eso sí, cambió de escuadra y se fue al Indartsu. «Le llamamos porque el segundo año de cadete destacó con más de 40 goles jugando de mediapunta. Vino con nosotros porque nuestro juvenil estaba en Nacional, una categoría superior a la del Basconia», explica Eñaut Barandiaran, coordinador de fútbol base del Indartsu. «Fue un jugador importante para nosotros. Ascendimos a División de Honor. Marcó 8 goles y dio alrededor de 10 asistencias».
En su segundo año en el Indartsu fue llamado a entrenar a Lezama varias veces. «Con nosotros fue un encanto de chaval. Introvertido y con muchas ganas de aprender y escuchar», dice Rufino Díez 'Nito', el presidente del club. Está en la sede del barrio de San Miguel y echa la vista atrás. En los últimos tiempos del Indartsu, Ganea es el quinto exjugador que llega a Primera. Antes lo hicieron Mikel Rico (Athletic), Xabi Irureta y Añibarro (Eibar) y Goitia (Málaga).
«Es muy competitivo. Tiene un gran regate y enorme precisión en el golpeo», resalta Mikel Aguilar, que le entrenó en el Indartsu. Sacó chispas a esas cualidades e incluso diseñó una jugada para que Cristian marcara goles olímpicos. Firmó un par de ellos de ese modo y cerró la campaña en División de Honor con diez dianas. Nadie ha olvidado en el club que anotó los dos únicos tantos de su equipo en un meritorio 2-2 en Lezama.
Ganea había tomado la decisión de emprender el viaje hacia el fútbol profesional. Osasuna y Mallorca se interesaron por él y optó por el segundo club. Era el verano de 2010. La familia no quería que se fuera solo a Baleares y le acompañó su hermana, tres años mayor, a la que el club buscó trabajo en un Eroski. El Indartsu avisó a Ibaigane y Lezama reaccionó. «Cristian dijo un día que sí al Mallorca. Al día siguiente estaba en el autobús en un viaje a Murcia para jugar con la selección de Euskadi y recibió la llamada del Athletic», relata la madre. Ya era tarde.
Su hijo se incorporó al juvenil bermellón con un objetivo: el primer equipo. La segunda campaña la comenzó con el filial, pero cuando estaba dispuesto a avanzar hacia la élite a pasos agigantados sufrió la primera gran decepción. En el mercado de invierno de 2011-12 fue cedido al Santayí, una formación de Tercera. La crisis se agravó con una lesión en el metatarsiano. El Mallorca se portó bien, relata la familia, y siguió en la nómina del club balear durante la recuperación, aunque continuó jugando en el modesto Santayí.
Cristian se convenció de que la mejor manera de poner fin a esa racha de mala suerte era regresar a Rumanía. Se la jugó y el tiempo demostró que tomó la decisión acertada, aunque en su país la progresión no fue un camino de rosas. Firmó por un sueldo que no llegaba a los 2.000 euros al mes con el Targu Mures, de Segunda. Lo hizo bien y consiguió llamar la atención del Universidad de Craiova, de la misma división. Ascendieron y firmó cinco goles, pero no contaron con él para el salto a Primera. Su carrera siguió en la sombra, en otros dos equipos de Segunda, Sageata Navodari y Brasov.
Hasta que de repente se cruzó Gica Hagi en su camino. El exjugador del Madrid y Barcelona se sintió cautivado por aquel muchacho criado en Basauri. Lo reclutó para el Viitorul que entrena y preside. Ganea no podía decir que no, pese a que sospechaba que apenas iba a jugar porque el extremo izquierdo de aquel equipo le parecía magnífico. Sin embargo, Hagi tenía un plan para él. «Quiero que seas lateral porque desde ahí podrás ver el fútbol de frente y tendrás campo para subir», le dijo.
Su entrenador le quiere mucho y se cuelga la medalla. «Yo lo puse de lateral y ahora es internacional», dijo cuando se anunció su fichaje por el Athletic. «Tiene un gran tiro de falta, sube muy bien con el balón controlado, ha aprendido en defensa y tiene mucha calidad para jugar incluso en la línea ofensiva. Es muy polivalente», añadió quien fue considerado como 'El Maradona de los Cárpatos'.
La campaña de Cristian Ganea fue excelente. El modesto Viitorul, fundado en 2009, levantó su primera Liga. Además, soñó con alcanzar la Champions. Eliminó en la primera previa al Genk belga y cayó en la segunda ante el Apoel Nicosia. Ganea marcó el único gol de la ida, pero su equipo se despeñó en la prórroga en la vuelta. Los 120 minutos acabaron en 4-0.
Euskadi fue la siguiente etapa, aunque al principio el Athletic no era la única vía que se le ofrecía a Cristian para llegar a la Liga española. El pasado verano estuvo cerca de ir al Málaga, pero los andaluces se echaron atrás a última hora. Su buen año le permitió saltar a la selección rumana, con la que ha jugado cuatro partidos y ha anotado un gol.
Fue entonces cuando en Lezama, comenzaron a valorar su fichaje. En octubre recibió una llamada del director general del Athletic, Jon Berasategi. «Te seguimos. No te comprometas con nadie».Ganea habló con Hagi, que le indicó que le traspasaría por 600.000 euros. Olympiacos, Friburgo alemán y Steaua Bucarest preguntaron por él. El futbolista contestó que su prioridad era San Mamés.
Lezama envió a dos técnicos, Blas Ziarreta y Antonio Karmona, a verle. Su informe ponía el acento en las carencias atrás. «Blas y Amorrortu me preguntaban mucho por él. Tenían alguna duda por el aspecto defensivo, sobre todo Blas, que estuvo viéndole», recuerda Juan Ignacio Azurmendi, presidente del Basconia.
La operación finalmente se cerró. Cristian ha cumplido por fin el sueño de los Ganea. Pero a sus amigos de Basauri les ha avisado de que no se conforma. Su objetivo es jugar y triunfar.
El traspaso de Ganea al Athletic por cerca de 600.000 euros dejará dinero en dos clubes vizcaínos, el Indartsu y el Basconia. Y también en el Mallorca. Son las tres entidades en las que militó el lateral antes de regresar a su país. El caso de los baleares es curioso. Dejaron sin abonar la mitad del traspaso de Aduriz (2,5 millones) y ahora el Athletic les pagará a ellos. El mecanismo de solidaridad de FIFA indica que el club que compra debe repartir el 5% del monto del pase entre aquellos en los que se ha formado entre los 12 y los 23 años. En el Basconia estuvo una campaña en infantiles y dos en cadetes. Hasta los 15 años, a los clubes les corresponde el 0,25% por curso. Si el traspaso son 600.000 euros, debe cobrar 4.500. El Indartsu lo tuvo dos años en juveniles. A partir de los 15 años se eleva al 0,5%. Por tanto, 6.000 euros. El Mallorca, a cuyo equipo juvenil llegó tras abandonar el Indartsu, se llevará al menos 3.000. Queda por ver cómo estaba firmado su contrato de cesión al Santayí. Hay clubes que exigen en estos casos que el receptor renuncie a este mecanismo de solidaridad.Si es así, el Mallorca cobra 6.000 euros.
En Rumanía. Ganea salta al campo con la camiseta del Inter Viisoara. Tenía 9 años.
En Rumanía. Junto a su padre Viorel.
En Basauri. Ganea, segundo por la izquierda, arriba, sujeta la ikurriña mientras celebra el ascenso con el Indartsu juvenil.
Con Euskadi. Cristian, quinto jugador por la izquierda, abajo, posa con sus compañeros en un partido con la selección de Euskadi juvenil. :: el correo
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El mejor restaurante de comida sin gluten de España está en Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.