
Mikel Rico: la decisión que lo cambió todo
El futbolista de Arrigoriaga ha pasado de ser el jugador menos utilizado de la plantilla a convertirse en un factor clave en la recuperación del Athletic
Jon Agiriano
Martes, 9 de enero 2018, 09:40
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Jon Agiriano
Martes, 9 de enero 2018, 09:40
Es fácil imaginar a José Ángel Ziganda durante la fase aguda de la crisis. Estamos a mediados de noviembre. El Athletic se hunde en la Liga, se asoma al precipicio en la fase de grupos de la Europa League y abochorna en la Copa con un partido en Formentera de esos que te dejan un 'alien' dentro. El equipo va cayendo sin remisión, como caen las hojas muertas en el otoño. Cuco se desespera. Duerme poco y mal. Su cargo pende de un hilo y le atormenta la posibilidad de ver cómo su sueño se arruina en apenas tres meses. El hombre se desvela buscando una solución. Lo ha probado casi todo y el resultado ha sido nefasto. ¿Qué hacer? La pregunta le mortifica. Llega el 19 de noviembre. Al descanso, el Villarreal gana en San Mamés. El equipo no reacciona en la reanudación y Ziganda mira a su banquillo como el sediento mira un vaso vacío. Ahí están Susaeta, Mikel Rico, Aketxe, Herrerín, Bóveda, Etxeita y Sabin Merino. Sospecho que la visión no le levanta el ánimo. La opción de Susaeta parece clara, pero el equipo necesitaba algo más, un impulso interno de energía y determinación, fuerza y coraje, es decir, justo lo contrario de lo que le está aportando San José, un pan sin sal. Ziganda se decide por Mikel Rico, al que hasta entonces sólo le había concedido unas migajas en la Europa League. En la Liga estaba inédito. Era el futbolista menos utilizado de la plantilla. Menos incluso que Kike Sola.
Pues bien, esa decisión desesperada lo cambió todo. Jamás hubiera imaginado Cuco que en ese instante, decantándose por el centrocampista de Arrigorriaga, estaba cambiando su destino. Que era el destino de su equipo, por supuesto. ¿Exageramos? Puede que un poco, lo justo y necesario para animarnos a hacer una afirmación tan solemne. Pero es que las estadísticas se imponen con una rotundidad absoluta. Rico fue un revulsivo fantástico ante el Villarreal y, desde ese día, se convirtió en titular indiscutible. Con él como integrante del once, el equipo no ha vuelto a perder. Cinco victorias y tres empates. Y no sólo eso. La única derrota de los rojiblancos, ante el Formentera, llegó precisamente el día que Ziganda decidió que Mikel Rico descansara para estar fresco ante el Real Madrid.
Habrá quien diga que no habla nada bien del fútbol del Athletic que un jugador de estas características pueda convertirse en su salvador. Y estaríamos de acuerdo. Pero esta no es la cuestión. La cuestión es que, jugando como había decidido jugar Ziganda y estando su tropa como estaba, tiritando en la trinchera y con la moral por los suelos, la baza de Rico era obligada. Puestos a pelear, a ganar metros, a tirar 'palante' y a perseguir balones como sabuesos, ¿quién mejor que él? Habrá también quien diga que estas estadísticas son una casualidad. Y en esto, la verdad, no nos pondremos de acuerdo. El vigor que el de Arrigorriaga ha aportado al equipo me parece indiscutible. Es más, yo diría que hay una bonita lección moral en esta historia. El gran éxito de Rico ha sido que, cuando parecía desahuciado, se ha rebelado de la mejor manera posible: saliendo al campo a comerse el mundo, con la ilusión de un principiante, de un niño con zapatos nuevos; la misma que demostró cuando fichó por el Athletic en 2013. Frente al tufillo conformista y adocenado que se advertía en muchos otros jugadores, él ha aportado aire fresco, por muy paradójico que esto resulte en un jugador que en noviembre cumplió 33 años.
Así las cosas, resulta curioso que su renovación no aparezca ni siquiera en el orden del día de la actualidad del Athletic. Reconozco que, si yo fuera él, tendría un cierto mosqueo. No digo que mi renovación tuviera que convertirse en un asunto capital, ni mucho menos en un culebrón venezolano como lo está siendo el de Kepa, al que imagino tan confuso por su situación que cualquier día de estos se hace un lío y acaba enseñando cantos de guacamayo a sus jilgueros y canarios. Pero que no se diga ni una sola palabra es un poco feo, oiga. Es casi un desprecio. Al fin y al cabo, hablamos de un titular fijo que termina contrato en junio. Vamos, que no se entiende que con Vesga o Sabin Merino, que son carne de grada y de banquillo y terminaban en 2019, en Ibaigane tuvieran más prisa. Algo me dice, de todas formas, que si Rico no se ha molestado por estas cosas es porque sabe que Urrutia va a sorprendernos más pronto que tarde con la noticia de su nuevo contrato. Se lo ha merecido.
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