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Reunión de peñas del Athletic en Gamiz (Fika).
Existen más de 44.560 Athletic
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Existen más de 44.560 Athletic

No hay una única forma de amar, sentir y vivir el conjunto rojiblanco. Todas son acertadas, tanto las que animan y apoyan, como las que censuran algún aspecto

Juanma Mallo

Lunes, 9 de noviembre 2015, 01:16

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Fundado en 1898, el Athletic es un club único, singular, con una filosofía que resiste la voracidad de los nuevos tiempos, que permite lograr títulos y colmar de felicidad y alegría a sus aficionados con un título, como la Supercopa de la que en una semana se cumplen tres meses, y con tres equipos en las máximas categorías del fútbol. Sin embargo, no solo existe un Athletic. Qué va. Está el Athletic del 'Txapelas', de Jesús Arrizabalaga, ese aficionado que acumula 75 años de socio y que lleva al equipo en lo más profundo de su corazón, que siente en rojiblanco. También el de Henar Chico, la presidenta de la peña del Athletic en Boise, que pese a la diferencia horaria trata de no perderse ningún encuentro de su escuadra. Tampoco hay que olvidar el club que siente Iker Ruiz de Sabando, de la peña de Venezuela, o los Blasco, del grupo de aficionados de México. Pero tampoco se puede perder de vista a la entidad que adoran Los Leones Italianos, la Peña Gainza de Minglanilla, en Cuenca, ni la Peña de Bailén. Ni al conjunto que quiere esa gente que se convierte en un torrente de nervios cuando los vizcaínos juegan y ni siquiera puede seguir el partido por la radio. Ni a ese hincha obsesionado, que lee cada noticia, escucha cada tertulia y sigue cada programa de televisión que tiene a su escuadra como hilo argumental, en el que aparece la palabra Athletic.

También existe el Athletic de esos aficionados que se mojan, que critican la situación, y recogen firmas para que se les rebaje una parte de la cuota. Y el de los que acuden casi a diario a Lezama a apoyar al equipo, a empujar a los jugadores, y también el de esos aitas que llevan a sus hijos a la factoría rojiblanca para que sus pequeños respiren el sentimiento de este club, y pueden conseguir la firma y una fotografía de uno de sus ídolos. Hay, del mismo modo, el cuadro de esos jóvenes que siguen los duelos del Bilbao Athletic, o que se apasionan con el excelente rendimiento del conjunto de Joseba Agirre. Y el equipo del espectador que se sienta en la Tribuna Principal, cerca del banquillo del adversario y que, cuando toca un determinado futbolista el balón, ya cruza el gesto y suelta alguna que otra palabra malsonante. Y se puede ver el Athletic de los integrantes de la Iñigo Cabacas Herri Harmaila, que hacen una serie de reivindicaciones al club, como la recuperación de la figura del abonado, y de la entrada de niño, y que también esperan que la directiva cumpla su palabra y extienda la grada popular -a ellos no les gusta eso de grada de animación- para dar cabida a más personas. Y, por supuesto, tenemos la entidad de esas personas que se han rascado el bolsillo y han adquirido un palco VIP, y de aquellos que se quedan en casa y se enchufan a cualquier plataforma de Internet para seguir el encuentro de los leones.

Todos tienen su Athletic. Todos son Athletic. También esas personas que reprochan ciertos aspectos de la vida del club, o que Ernesto Valverde apueste por, no sé, Gorka en lugar de Iago, o viceversa. También los que alaban que Txingurri haya encontrado su alineación ideal (a su convocatoria ideal se puede extender esta consideración), que aplauden el excelente rendimiento de Williams, Aduriz, Raúl García y Beñat (y todo el equipo en general), o que se sorprendieron y alabaron la impresionante presentación realizada por Javier Aldazabal, secretario del club, de las distintas opciones estudiadas por el órgano de gobierno rojiblanco para enterrar el problema de la lluvia.

Somos 44.650 propietarios de un carné, todos diferentes, cada uno con una visión distinta del Athletic. Y existen miles de aficionados en el mundo. ¿Cuál es la opinión correcta, cuál es la percepción acertada? Todas. Cada persona tiene la suya. Ni mejor ni peor. Todas ayudan a enriquecer a una entidad de 117 años de historia, que pelea por mantener su identidad y que goza de un músculo financiero extraordinario.

¿A qué viene esta reflexión? A que llevo dándole vueltas desde el día de la asamblea a las palabras de Josu Urrutia. Dedicó más de la mitad de su discurso inicial a lanzar varios torpedos a los medios de comunicación en lugar de sacar pecho por otros aspectos de su mandato, por recordar el excelente resultado económico, o el poder de atracción para contratar a Raúl García y permiter que conozca el Athletic. Dijo que había quien quería hacer «daño» y «desestabilizar» a la entidad rojiblanca. «Nuestro estatus de propietarios de un club nos tiene que reforzar en nuestro posicionamiento de permanente alerta contra aquello que busca desestabilizar, sembrar la duda o hacer daño a algo que es nuestro». E incluso censuró la actitud de algunos socios: «No percibo fortaleza a la hora de establecer un filtro crítico con las informaciones que consumimos a diario». Bien, es su opinión. Legítima. Ningún problema. Pero parece que no entiende que existen muchas formas de querer y sentir el Athletic. De apoyar y empujar al club. No hay una visión única. Está la del presidente, pero también de la de los 44.560 socios y, por supuesto, la de todos los aficionados que se apasionan con las carreras de Williams, que aplauden el derroche de Beñat, que celebran las parada de Gorka y Lago, y que suspiran para que el Bilbao Athletic mantenga la categoría y el femenino, líder en Primera División, siga con esta carrera imparable y logre volver a abrir la vitrina de sus trofeos. Todos son Athletic. ¡Todos!

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