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Llorente, en el banquillo del Sevilla durante un partido de Copa contra el Logroñés.
El segundo plano de Llorente

El segundo plano de Llorente

Unai Emery pidió el fichaje del exdelantero del Athletic y la Juve, pero ha sido relegado al banquillo al no cumplir las expectativas

IVÁN ORIO

Viernes, 18 de marzo 2016, 18:58

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Fernando Llorente vive el fútbol en una montaña rusa. Encara la subida inicial lenta y penosamente, sufre para mantener la estabilidad en las zonas llanas y sinuosas, y cae de forma vertiginosa cuando las cosas se tuercen. Le sucedió en el Athletic, luego en la Juventus y ahora en el Sevilla. Incluso le ocurrió algo muy similar en la selección. Le costó ser la referencia en el equipo rojiblanco, del que salió por la puerta de atrás después de una última temporada en el destierro, aterrizó con hambre en Turín en una buena primera campaña y se diluyó como un azucarillo en la segunda, y llegó como una estrella al club de Nervión le recibieron 12.000 aficionados en el Sánchez Pizjuán antes de que su luz se apagara al no cumplir las expectativas. Buenos comienzos y decepcionantes finales para un futbolista de 31 años campeón de Europa y del mundo al que se rifaban en las campañas comerciales y que se ha tenido que acostumbrar a una discreción involuntaria, al duro segundo plano.

Fue Unai Emery el que a finales del pasado curso urgió a la dirección deportiva del club hispalense a fichar al riojano. La explosión de Álvaro Morata le había orillado en la Juve que llegó a disputar la final de la Champions ante el Barça y el técnico de Hondarribia le pidió a Monchi que se pusiera manos a la obra para convencer al ariete formado en la cantera de Lezama de que el Sevilla era un buen destino tras su etapa italiana. Al entrenador guipuzcoano le seducía el perfil del de Rincón de Soto porque podía ofrecer alternativas a su equipo. Un tipo grande y dominador por arriba y perfecto para fajarse de espaldas con los defensas y generar segundas jugadas. Todo lo contrario que Kevin Gameiro, un arma de destrucción masiva si sus compañeros generan espacios. La idea era que se complementaran, no que uno nublara al otro. Pero la realidad ha escrito un guión bien distinto. El francés ha eclosionado a lo grande y Llorente ha regresado a la salida de su particular montaña rusa.

Ya le tocó en la selección encarar una paradoja difícil de digerir para un jugador de su categoría. Su rostro aparecía en todos los spots de La Roja antes, durante y después de la exitosa Eurocopa de Polonia y Ucrania de 2012 y, sin embargo, Llorente sólo pudo interpretar un papel secundario en el campo en aquella cita continental. Su cruz deportiva a las órdenes de Vicente del Bosque chocaba con la cara del tirón personal que había alcanzado en el seno de la plantilla del combinado nacional y en su excelente imagen exterior, que le convirtió en una de las principales bazas promocionales de la selección en las campañas publicitarias y en los actos institucionales más relevantes.

Pero aquello ya quedó atrás y el riojano afronta en el Sevilla una etapa difícil en la que tiene que gritar ¡estoy aquí! cada vez que Emery le ordena que caliente. Y no lo hace muchas veces. Sorprende si se tiene en cuenta que el cuerpo técnico y la afición le abrieron no hace mucho las puertas del Pizjuán de par en par.

El Sevilla es ahora mismo uno de los equipos más en forma de Europa y su estadio es inexpugnable. Las rotaciones son habituales para mantener fresca a su columna vertebral, pero Llorente surge con cuentagotas y en los partidos molestos del apretado calendario. No hay ningún futbolista en el vestuario con sus condiciones, pero el actual estilo del conjunto de Nervión no casa bien con ellas. El toque y la velocidad se han impuesto a la verticalidad aérea, a la que únicamente se recurre como una solución de urgencia.

De pico y pala

Sólo cuando se intuye un encuentro de pico y pala emerge la figura de Fernando Llorente en la alineación titular. Las previas de la Prensa sevillista hablan de «novedad» cuando ocurre, lo que demuestra que el ex de la Juve ni siquiera es considerado como un recambio natural. Sucedió, por ejemplo, frente al Eibar en la Liga, un encuentro en el que el exdelantero del Athletic hizo el solitario gol de la victoria local. Después, otra vez a esperar. A subir lentamente la cuesta.

Los números de Llorente esta temporada son impropios de un futbolista rutilante abrazado sin disimulo por los seguidores del Sevilla cuando aterrizó hace meses en el aeropuerto de San Pablo. Hubo incluso seguidores que se acercaron a la terminal para recibirle. Ha disputado 157 minutos en la Europa League, 805 en la competición doméstica (sólo 8 contra el Athletic) y 155 en la Champions en los que ha anotado siete dianas. Está muy cuestionado y, aunque firmó por tres campañas, el club decidirá qué hacer con él este verano.

Ahora el bombo de Nyon ha vuelto a cruzar su camino con el equipo en el que creció y alcanzó la cúspide internacional. «Sería muy difícil no celebrarlo (un gol contra los rojiblancos en una final europea). El hecho de ganar una Europa League es tan importante que seguramente lo celebraría», ha declarado recientemente. Pero el sorteo ha impedido una teórica final entre Sevilla y Athletic. Ojalá no pueda celebrar un gol en cuartos.

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