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JON NAVASCUÉS
Martes, 5 de abril 2016, 23:20
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Parecía imposible que el Bilbao Athletic pudiera levantar el vuelo al final del campeonato cuando llegó a estar a 12 puntos de la permanencia tras caer por 4-0 ante el Nàstic. De eso hace dos semanas y se anunciaba el fin de la aventura en la categoría de plata. El preámbulo del hundimiento resultó ser un golpe de efecto, el génesis de una rabia que desembocó en la reacción del equipo. Hoy, la esperanza queda a solo seis puntos, la mitad. En la trigésimo segunda jornada se hizo la luz. De una vez por todas, el filial encadenó dos triunfos, además de completar la que seguramente fue la actuación más meritoria de toda la temporada. Lo hizo contra el Oviedo, un claro aspirante al ascenso, y se repuso a un fallo infantil que, lejos de aplacarle, le espoleó. Ha vuelto el carácter ganador, la hora de salir de caza.
Los dos últimos triunfos parchean una mitad de campeonato muy mala. Al tercero, el fútbol devolvería la razón a ese reducido grupo de personas que nunca perdió la fe. Un puñado de futbolistas, y nadie más. Los condicionales serían apartados, se hablaría de resurrección. Este sábado en Llagostera, el Bilbao Athletic podría adelantar a su rival y cederle la losa moral con la que acostumbra a cargar el colista. Aunque su trayectoria escarpada no permita subirse al optimismo, la actitud del filial rojiblanco saca a relucir una conciencia tranquila. Los hombres entrenados por José Ángel Cuco Ziganda están dispuestos a acabar la temporada orgullosos. Y, de paso, hacer que el resto se sienta igual. Fallando o habiendo cumplido una remontada milagrosa, la aventura no terminaría desmerecida, ya no por los resultados, sino por la ambición.
Ajuste de variantes
Ahora se le teme. Sobre todo en Huesca, Mallorca y Ponferrada, plazas en las que el golaverage está ganado. No extraña que se preocupen, porque el filial parece llegar al final del campeonato absolutamente lanzado, con un sistema que convence a todos y con Villalibre de referente para tener el recurso del contragolpe. Y Seguín también asoma la patita. Ha marcado los goles del triunfo en los últimos partidos, aunque el mérito es, indiscutiblemente, del conjunto. Ziganda ha dotado al equipo de una alternativa más, la que le faltaba, y también ha retocado el sentido táctico de una de sus piezas más codiciadas.
A Unai López el entrenador le exigía menos recorrido en favor del grupo. Le llegó a quitar en la anteúltima derrota contra el Numancia en el descanso, porque el centrocampista no le entendía. Contra el Nàstic ni jugó. Suena paradójico, pero ahora el canterano ha dado un paso atrás en el campo y se nota el equilibrio. Acostumbra a incrustarse entre los centrales para sacar el balón, y Yeray lo agradece.
El destino de los rojiblancos pasa por medirse con el Llagostera, encadenar el tercera victoria y desencadenar la locura. Los catalanes solo tienen un punto más que el filial, van en el puesto 21 y en la ida en San Mamés les cayeron dos, donde firmaron un partido lamentable. En su terreno la historia cambia, porque han terminado sus dos últimos encuentros con goleadas, 3-0 al Mallorca y 4-0 al Alcorcón. De repetirse la versión más reciente de los cachorros, mucho más madura, el triunfo no estaría garantizado, pero sí más cerca.
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