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Muniain, después de firmar un auténtico golazo.
El Athletic gana al abordaje (3-2)

El Athletic gana al abordaje (3-2)

Los rojiblancos rompen su mala racha en los derbis con una lección de actitud que les permitió pasar por encima de la Real en la segunda parte

Jon Agiriano

Domingo, 16 de octubre 2016, 13:50

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El fútbol es grande por sus formidables paradojas. Llegaba el derbi a San Mamés y, durante los días previos, había sido inevitable, tirando de estadísticas, recordar que la Real juega estos partidos con una mejor mentalidad competitiva, más puesto e ilusionado. Pues bien, esta tradición, si es que puede llamarse así, saltó este domingo por los aires. Tras un buen arranque que le permitió adelantarse en el marcador, el equipo donostiarra olvidó sus virtudes clásicas en estos duelos vecinales. Se fue relajando, como sumido en un absurdo sentimiento de superioridad, y acabó zarandeado por un Athletic pletórico durante la segunda mitad. Fue una tarde grande para los rojiblancos, sobre todo para Muniain, autor del gol del empate que puso a su equipo en la rampa de lanzamiento hacia la remontada.

Nadie podrá discutir la justicia del triunfo bilbaíno, apuntalado por Aduriz y Williams con dos nuevos goles. Y pudieron ser más. Lo cierto es que los rojiblancos -y el público en general- no merecieron los dos sustos finales tras el tanto de Iñigo Martínez que acortó distancias en el minuto 82. Hubiera sido una injusticia flagrante que Willian José y o el propio Rulli en el córner que puso punto final al derbi hubieran privado al Athletic de una victoria lograda con un recital de casta y orgullo, las que este equipo sólo ofrece en las grandes ocasiones. Considerar la de este domingo una de ellas, darlo todo en el abordaje ante el eterno rival, hizo posible que sumaran tres puntos de un enorme valor. Ahí es nada romper la mala racha con la Real y volver a situarse a tres puntos del liderato, un lugar con unas vistas magníficas. Prueben si no a mirar un rato la tabla clasificatoria y dejen correr la imaginación, como si estuvieran delante de una agencia de viajes con fotografías de paraísos tropicales.

La primera mirada del partido hubo que ponerla en un ausente: Beñat. Sin el centrocampista de Igorre, el Athletic se veía obligado a jugar con otro molde distinto al habitual. Y ya se sabe que eso puede provocar muchas incomodidades. Le sucedió al equipo de Valverde, que no supo a lo que jugar hasta que, pasados los veinte minutos, ya con la Real en ventaja en el marcador, el partido se puso bravo. Ya había comenzado con las pulsaciones muy altas, lo que provocó una tangana entre Iñigo Martínez y Aduriz nada más empezar, pero la efervescencia mutua fue a mayores. Convertido en una riña de callejón, con faltas y parones continuos, el Athletic se sintió mejor, como si agradeciera no pensar, llevarlo todo al terreno sentimental. De este modo, pudo llevar la iniciativa mientras los donostiarras se dedicaban a especular y se iban despersonalizando poco a poco. Su error de cálculo recordó al síndrome de la rana hervida, incapaz de detectar el peligro de la lenta subida de temperatura del agua hasta que ya es demasiado tarde y muere.

Tirando de orgullo, los rojiblancos crearon tres buenas ocasiones, la mejor un cabezazo de Raúl García en el minuto 43 a la que Rulli respondió con una parada soberbia. Las dos primeras nacieron en Muniain, cuya actuación generaba un debate continuo en la grada. Y es que era evidente que el navarro era otro hombre cada vez que se movía por dentro, en la media-punta. Desde las cercanías del área llegaron sus dos mejores acciones en la primera parte, una magnífica asistencia a Williams y un disparo que desvió Rulli. El de la Txantrea comenzaba a desatarse, una magnífica noticia para el Athletic. Necesitaban desborde los locales ante una Real que, tras el gol de Zurutuza pasado el cuarto de hora, había decidido plegar velas y dedicarse a pasar el tiempo embarullando el juego.

Aún a riesgo de que sus futbolistas de más talento como Vela, Oyarzabal o Xabi Prieto pasaron desapercibidos a partir del 0-1, la Real logró su objetivo de llegar con ventaja al descanso ante un Athletic voluntarioso pero ineficaz. Les faltaba lucidez a los rojiblancos. Y también un mejor aprovechamiento de las jugadas a balón parado. En este sentido, la ausencia de Beñat hacía todavía más extraña la de Susaeta en el once inicial. Se echaba de menos al eibarrés, aunque fuera para sacar las faltas y los córners, uno de los principales graneros de goles de los bilbaínos. Ahora bien, más allá de estos problemas, había algo muy importante en el Athletic que incitaba a la esperanza en la reanudación. Era su actitud, ni más ni menos. Lo que tantas veces ha faltado o ha sido insuficiente en los derbis.

Esta vez fue distinto. Lanzado hacia la portería txuriurdin, el equipo de Valverde se fue agrandando hasta apabullar a una Real que, para cuando se dio cuenta de lo que le sucedía, ya perdía por 3-1. San Mamés gozaba de una fiesta largamente añorada mientras su equipo seguía llegando a la portería de Rulli. Williams, quizá contagiado por su amigo Muniain, aclamado cuando dejó su sitio a Susaeta, volvió a mostrar su filo por la banda. Otra gran noticia. Digamos que ambos reaparecieron este domingo. Por momentos, se pensó en la goleada. No llegó, pero a nadie le hubiera extrañado.

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