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ENEKO PÉREZ
Sábado, 19 de noviembre 2016, 01:11
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Iñaki Williams (Bilbao, 1994) es un personaje singular en Bilbao. Es joven, es futbolista, es delantero y, además, es de raza negra, algo que se ha convertido en un motivo de orgullo para la familia del Athletic, además de suponer un ejemplo de integración en Euskadi, tierra que históricamente ha acogido a miles y miles de inmigrantes. Con todos estos ingredientes, el conocido espacio televisivo de reportajes 'Informe Robinson' le ha dedicado un programa -'Revolución Williams'- al chico «tímido» que llegó de Pamplona a la escuadra rojiblanca hace ya más de cuatro años, recién cumplida la mayoría de edad.
Hijo de Félix y María, un ghanés y una liberiana que llegaron a España a principios de los 90 «sin nada» y huyendo de la precariedad del continente negro, Williams es, hoy por hoy, uno de los jugadores más queridos por la afición de San Mamés. «Desde fuera ya ves que el Athletic es único, pero estando dentro, sabes que es único y especial. Yo sé que aquí tengo que ser un león, rugir y trabajar para seguir aprendiendo y mejorando», relata el extremo bilbaíno, que cuenta con ingenua sinceridad sus primeras impresiones cuando llegó al vestuario del Athletic: «Vi el nivel que había y pensé ¡Qué malo soy!».
«A mucha gente se le hace raro ver a un jugador de raza negra y que se llama Iñaki defender la camiseta del Athletic, pero es algo que demuestra el cambio, la evolución y la diversidad en la sociedad actual. Solo puedo prometer más trabajo a aquellos que me animan», dice Williams, quien no esconde su amor incondicional por su madre, María: «Mi madre lo es todo para mí. Ella nos crió a mí y a mi hermano casi sin ayuda, porque mi padre estuvo mucho tiempo trabajando fuera, y tuvo que hacer muchos sacrificios para que nosotros tuviéramos una infancia feliz». Otras personas con trascendencia en su vida son algunos compañeros de juego como Muniain y De Marcos, su «hermanito blanco», con quien visitará Ghana el próximo verano: «Tengo ganas de que vayamos ya, hay mucha necesidad y nosotros podremos echarles una mano».
Los orígenes
El cura Iñaki Mardones fue -y es- un buen amigo de la familia Williams. Hospitalario en los primeros y duros años de Félix y María en Bilbao, de él se llevaron su nombre para su primogénito -del que es padrino- y una pasión enfermiza por el Athletic, que dura hasta hoy en Iñaki y su hermano pequeño Nicolás. Poco después de recalar en la capital vizcaína, los Williams decidieron mudarse a Pamplona, a un barrio de la periferia llamado La Rochapea, donde Williams fue «un hijo del barrio, amigo de sus amigos y muy vacilón en clase».
Después de unos años extraordinarios en el fútbol base navarro, Osasuna y Zaragoza se interesaron en hacerse con sus servicios, pero el Athletic era el club que tenía un convenio firmado con el Pamplona, y 'La Pantera' llegó a Lezama en el verano de 2012. Félix Tainta, representante del delantero, cuenta en el programa lo que se encontró cuando contactó con la familia por primera vez: «Era una familia con algunos problemas económicos, una situación complicada en casa... A Iñaki le ha costado mucho, porque ha vivido momentos difíciles, pero ha salido adelante». La madre de Iñaki, muy orgullosa de sus dos hijos, cuenta lo duros que fueron los inicios en tierras tan extrañas y lejanas para ella: «Era el año 94 y yo estaba embarazada, pero no teníamos nada... Fue muy duro».
Antes que 'Willi', Jonás Ramalho (2011-2012) y Miguel Jones, que llegó a jugar un amistoso en la década de los 50, ya se vistieron la casaca rojiblanca siendo jugadores de raza negra. Los tiempos cambian. En pleno siglo XXI Iñaki Williams es el espejo en el que se miran los miles de inmigrantes que viven en el País Vasco, circunstancia que le hace sentir algo muy especial: «Para mí es un orgullo y una responsabilidad ser su referente. Me ven y creen que sus hijos pueden llegar también a lo más alto. Yo les represento y seguiré luchando por mis sueños». Sin goles en este arranque de curso, pero con ese espíritu guerrero tan africano, 'La Pantera' seguirá galopando y al acecho de la portería rival, con un objetivo: que su nombre acabe ocupando un lugar en el santoral rojiblanco.
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