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Un nuevo atasco a domicilio
Fútbol

Un nuevo atasco a domicilio

El Athletic pierde ante un Betis muy trabajador y vuelve a mostrar su preocupante debilidad como visitante

Jon Agiriano

Domingo, 11 de diciembre 2016, 18:00

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Víctor Sánchez del Amo tuvo un gran acierto, en forma de hallazgo retórico, cuando se incorporó al Betis. Sabedor de que a los aficionados al fútbol les encantan determinadas metáforas y de que los periodistas disfrutamos mucho dejándolas volar, aseguró que su deseo era que su equipo fuese «una manada de lobos».

Un par de buenos resultados fueron suficientes para que triunfara la comparación. De esta manera, fue inevitable que el Betis-Athletic de ayer noche se presentara como un fiero enfrentamiento entre lobos y leones. La realidad, por supuesto, enfrío esa expectativa como sólo ella sabe hacerlo. Más que lobos, los verdiblancos fueron unos honrados obreros metidos en una zanja, con el barro hasta las rodillas. Y más que leones, los rojiblancos fueron unos voluntariosos músicos callejeros que desafinaron sin remedio.

Vencieron los primeros con un gol solitario en el minuto 18 que el Athletic no pudo remontar. Se van a cumplir pronto tres meses de su última victoria en Liga fuera de casa. Durante este tiempo, evidentemente, se han acumulado diferentes razones futbolísticas que explican esta racha tan preocupante. En cada nueva salida, realmente, se aprecian nuevos motivos de preocupación. Lejos de enderezar el rumbo, la confusión se agranda a medida que pasan las jornadas. En su perfil de visitante, todo se antoja embarullado, impreciso y precipitado en el fútbol del Athletic, que no tiene pausa nunca ni sabe escoger los buenos momentos para tener vértigo. Lo que tiene y eso nadie puede negarlo es buena voluntad. El problema es que eso a veces no es suficiente ante rivales bien plantados y solidarios como el Betis, que se pegó una paliza casi contracultural si uno piensa en la idiosincracia propia de un club donde alguno de sus grandes mitos consideraba que correr era de cobardes.

El partido tuvo un arranque extraño, mediatizado por la incomprensible actuación de un futbolista. Paradójicamente, el mejor pagado con diferencia de todos los que estaban en el campo: Laporte. El francés hizo una estupidez como la copa de un pino a los dos minutos al protestar largamente al linier una falta que había sido muy clara y que tampoco entrañaba demasiado peligro. No tenía ningún sentido su reiteración, que terminó, como era lógico, con una tarjeta amarilla. Bueno es Mateu Lahoz para estas cosas. De todos es sabido que el efecto de una tontería puede ser catastrófico en determinadas condiciones y ayer lo fue. A Rubén Castro se le afilaron los colmillos viendo que su marcador estaba en el alambre y se hizo el firme propósito de lograr su expulsión. Se le notaron demasiado sus intenciones y él mismo se ganó una amarilla. Ahora bien, logró desquiciar a Laporte y, por extensión, poner nervioso al Athletic. Los rojiblancos controlaban el juego aunque sin hacer daño en la empalizada defensiva del Betis, pero estaban incómodos, como un griposo que se estuviera enfriando por no poder cerrar la ventana.

En el minuto 18, cuando Laporte fingió una falta de Rubén Castro y la bobada terminó en el 1-0, hubo razones para la desesperación. Valverde montó en cólera, pero supo dominarse y aguardar al descanso para tomar las decisiones con un poco más de frialdad. En este caso, fue un doble cambio que clamaba al cielo. Lekue y Vesga salieron en lugar de Laporte y San José, cuyo rendimiento esta temporada resulta incomprensible.

Lo del francés es tan llamativo que se ha convertido en un desconocido peligroso al que tiene que sacar las castañas del fuego un debutante como Yeray. Y lo del navarro, pues parecido. Lento, torpe e impreciso, su titularidad no tiene ningún sentido en este momento. El Athletic, sencillamente, no puede permitirse el lujo de jugar con un mediocentro que, hoy por hoy, supone un lastre evidente en la circulación.

Demasiados errores

Pese a todo, era obligado tener esperanzas en la reanudación. Es cierto que Aduriz estaba disminuido y en esa versión, cuando tiene dudas sobre su estado físico, el donostiarra no es el mismo. Pierde confianza y filo. Se vio en algunos remates blanditos. Pero a poco que los rojiblancos se tranquilizaran y mejoraran un poco sus prestaciones, la remontada era perfectamente factible. La portería de Adán podía ser asequible po mucha gente que acumularan los sevillanos atrás y mucho que trabajaran en labores de zapa. El Athletic, sin embargo, no supo salir de su propio atasco. Aunque lo intentó, sólo pudo fabricar un par de ocasiones, un rédito pobrísimo pensando en el tamaño de su esfuerzo.

Cometieron demasiados errores los bilbaínos, empezando por no saber utilizar las bandas para intentar abrir el cerrojo verdiblanco. Muy tapados, Lekue y Balenziaga apenas pudieron profundizar. Por dentro, no había manera, aunque Muniain se desvivía, Beñat se esforzaba y Vesga intentaba hacerlo sencillo. El frontal del área local era una piscina japonesa en una bochornosa mañana de verano. Había que hilar muy fino y el equipo de Valverde no fue capaz de hacerlo. En realidad, no lo ha sido en toda la temporada. Su fútbol continúa siendo demasiado impreciso y emborronado. Otra cosa diferente es que virtudes ­como el empuje, el sacrificio, el despliegue físico y la pegada de Aduriz y Raúl García hayan servido para estar en una buena situación desde la que los problemas se puedan analizar con tranquilidad y perspectiva. De eso se trata.

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