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Viernes, 10 de noviembre 2023, 01:04
Como cada año al acabar la temporada con el Athletic de Madrid, en junio de 1929, Fred Pentland hizo las maletas y, con su familia, regresó a su casa del barrio de Richmond, en Londres. Sin embargo, para esas fechas ya había mantenido las primeras conversaciones para volver al Athletic. «Me hubiese quedado muy a gusto en Madrid», decía Pentland, «pero ya tenía un compromiso en firme en Bilbao y no pude renovar el contrato». Lo contaba en sus memorias, que publicó un semanario deportivo. «Marché pues a Bilbao y allí me encontré de nuevo entre viejos amigos, y para mí, esto es lo más interesante, porque aquel iba a ser el primer club profesional que entrenaba». Efectivamente, el fútbol profesional había conseguido vía libre en junio de 1926, cuando el proyecto de crear la Liga estaba muy avanzado y el Athletic había dado el salto.
Además, apenas unos días antes de esas noticias, el 19 de junio, la junta directiva del Athletic dimitió en bloque. Manuel de la Sota, el presidente, y sus directivos, provocaron una crisis a raíz de una carta publicada en la prensa por un grupo de socios, críticos con la gestión del club. En esa carta se hablaba también de la contratación del entrenador. Los firmantes señalaban: «Es indudable que la dirección de nuestros 'equipiers' debe hallarse en manos de un entrenador. ¿Extranjero o nacional? A nuestro juicio, entrenador a secas, pero entrenador con autoridad y prestigio profesional, conocedor de las distintas escuelas de juego y que no ignore las características del nuestro, del peculiar del Athletic, del que más se amolda a las condiciones físicas de nuestros muchachos, de nuestro clima y de nuestro ambiente. Nos gustaría mucho dominio del balón, pase largo, educación física precisa para mantener una movilidad extrema en los noventa minutos de juego; energía y furia, mucho corazón y mucha cabeza, pero ésta última para jugar con los pies, bien que ese es, principalmente, el juego del football».
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Pedían, en cualquier caso, la profesionalización total de la plantilla: «Entendemos que en las competiciones de gran envergadura nuestros equipos deben formarse con elementos que en ningún caso puedan oponer por conveniencias personales reparos ni dificultades a sus desplazamientos o entrenamientos y a cuantas asistencias les reclame el entrenador, abogando por ello en pro de la formación de equipos exclusivamente profesionales». De hecho, para entonces casi todos lo eran. Sólo Carmelo Goyenechea, a quien el Barcelona le había ofrecido 50.000 pesetas, se negó a serlo. Nunca quiso cobrar del Athletic, que en 1947 estableció una cama financiada a su nombre, a perpetuidad, en el hospital de Basurto, el único pago que aceptó el capitán.
A la vista del escrito del grupo de socios, la junta directiva presentó su dimisión y convocó una Asamblea General para el día 27. El presidente, Manuel De la Sota, fue recibido con aplausos, mientras que el principal cabecilla de los opositores, Jesús de Gaztañaga, pidió inmediatamente la palabra para expresar la opinión de su grupo. No pudo terminar puesto que recibió la reprobación de los asambleístas. El vicepresidente Errasti leyó unas cuartillas sobre la posición de la directiva, y, finalmente, De la Sota preguntó a los socios si estaban de acuerdo con lo manifestado por quienes defendieron su labor y, por aclamación, se aceptaron sus proposiciones. Ante esta decisión, la directiva retiró la dimisión. Según Excelsior, «total, nada. Media hora de reunión para despachar tan apasionante tema. Una tempestad en un vaso de agua».
Pentland esperó las noticias que le llegaran de Bilbao, porque ya había llegado a un acuerdo con los rojiblancos. Era un compromiso peculiar que se desveló semanas después en la Asamblea general del Athletic, que destinó 12.000 pesetas al sueldo de su nuevo entrenador, que iba a tener un contrato de siete meses, desde el 20 de agosto hasta el mes de marzo. Según la directiva, en caso de que el club considerara interesante ampliar el contrato se haría en base a los emolumentos anteriores.
Durante esos días posteriores a la finalización de la Liga, el trabajo en los despachos fue intenso. El Athletic se hizo con los servicios de varios jugadores que se convertirían meses después en piezas fundamentales del equipo campeón que creó Pentland. Firmaron en julio Unamuno, Roberto, Muguerza, Urquizu e Iraragorri. Después lo haría Gorostiza, a quien Pentland había entrenado en el Arenas y por el que el Athletic pagó 21.000 pesetas. Desde el club se contó con la opinión de Frederick Pentland. El día 6, el vicepresidente Errasti le dirigió una carta al nuevo técnico en la que se le pedía su parecer sobre los fichajes y en relación a los futbolistas que debían engrosar la nómina de profesionales. La respuesta del inglés no se hizo esperar: «Mi querido Errasti. Muchísimas gracias por su amable carta del día 6 que he recibido hoy, y también mi más profundo agradecimiento por su ayuda en la obtención del puesto de entrenador en su gran club. La pregunta sobre los jugadores profesionales es tan importante que creo que es necesario que viaje a Bilbao para poder entrar a fondo en la materia. Este es un tema difícil de decidir por correspondencia. Si usted piensa que vale la pena y debo hacer el viaje, me envía un telegrama y viajaré inmediatamente. Creo que sólo sería necesario que me quede un día o dos en Bilbao para luego regresar a Londres y continuar mis vacaciones. Si decide que el viaje es innecesario, entonces yo creo que el mejor plan sería que me envíe una lista completa de los profesionales que ya tiene el equipo y aquellos de los que se propone su inclusión y así le podría dar mi opinión sobre el tema.
Una vez más, mis mejores deseos. Su fiel F. B. Pentland».
A finales de julio, cuando ya estaba apalabrada su incorporación, el club la hizo oficial ante sus socios. Desgranó las cifras de su balance, que daban 58.000 pesetas de beneficio, después de haber gastado 101.000 pesetas en pagar a los futbolistas profesionales. El Athletic destinaba también 140.000 pesetas para la siguiente temporada en este concepto. También se anunciaba que Pentland comenzaría su trabajo el 20 de agosto. El mister, que en su primera etapa en Bilbao residía en la pensión Matéu, en el número 17 de la Gran Vía, en su regreso, con su mujer Nahneen Yvonne y su hija Ángela, se trasladó a un piso en la Alameda de Recalde. Por fin dirigía a un equipo profesional.
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