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J. A. P. Capetillo
Jueves, 1 de marzo 2018, 00:47
Marcos Murillo –cumple 78 años el 26 de abril– sale a andar en bicicleta siempre que puede y cuando llueve mucho, practica spinning. La vena deportiva se la transmitió a sus hijas: Edurne fue internacional por España en natación; Eukene, que jugó en el Kaixo, en Tarragona y en Valencia, con la junior de baloncesto; y Zoraida también militó en el recordado club de basket femenino de Bilbao. Él, en un partido de fútbol de 1961, fue titular de José Ángel Iribar. Esta es la historia.
Marcos Murillo es uno de los primeros en vivir a la sombra de ‘El Chopo’. Lo hizo durante una temporada, en la que solo apuntó a la titularidad en un encuentro tras llegar a Basauri el espigado chaval desde Zarautz. Ocurrió a comienzos de la década de los 60 del siglo pasado con el Basconia, entonces en Segunda División, en el campo de Basozelai –llamado Pedro López Cortázar–.
«No le doy ningún mérito porque fue una casualidad, una coincidencia y lo considero una anécdota –asegura Marcos Murillo–. ¡Que nadie lo tome como un farol, por favor! El Chopo estaba lesionado ese día. Ganamos 1-0 al Pontevedra. Iribar estuvo en el banquillo y, a partir de ahí, jugó ya siempre. Igual por eso me trajeron de nuevo al Basconia, porque él andaba lesionado. Yo había ido cedido muy a gusto al Getxo, un equipo de nivel en Bizkaia en aquellos tiempos, y pensé: ‘¿Para qué voy a ir al Basconia y luego no jugar?».
Murillo rescata de un viejo álbum en su domicilio de Mungia la fotografía de aquel partido con el Pontevedra. Una imagen inolvidable. Se sabe los apellidos de sus excompañeros de alineación. «Soy tres años mayor que Iribar. Él es de 1943 y yo de 1940 (Murillo es del barrio bilbaíno de Zamácola). Esa temporada estoy toda como reserva de Iribar. Él se marcha al Athletic y juego después una campaña en el Baskonia en Segunda. Descendimos aquel año. Era esa época de jerséis negros y guantes de lana en los porteros».
Otra de las fotografías que acaricia Murillo es de dieciseisavos de Copa ante el Atlético de Madrid. «Ésta es en el antiguo Metropolitano, cuando dimos aquella campanada en la Copa en 1962. Aparezco con Martín Echevarría, Iñaki Olabe, Oribe, San Juan, Juan Miguel Amuriza e Iribar; y debajo están Ealo, Luis María Otiñano, Larrea, Ignacio Ayarza y Carlos Santamaría. Perdimos ese día 3-0 e Iribar salvó bastantes ocasiones. Luego ganamos en Basozelai por el mismo resultado -goles de Ayarza, Menchaca y Otiñano-. Fue un lunes 19 de marzo».
Tres días después el Basconia disputó el desempate en Valladolid, un 22 de marzo de 1962. ¿Sabes por qué me acuerdo perfectamente de la fecha?», dice Murillo. «Ese día entré yo en Garellano a hacer la mili. Me llevaron allí por cojones a dormir. Y no me dejaron ir a Valladolid. Amuriza, un defensa, se vistió de portero reserva de Iribar. Ganamos 2-1 (marcaron Menchaca y Maguregui III). Me dieron mil duros de prima».
¿Y cómo era por entonces Iribar?: «Era ya un chaval muy templado, con una colocación excelente y muy buena visión de la jugada. A medida que pasaba la temporada se le veía ya que era un portero extraordinario. ¡Me encantaba cómo armaba el contraataque sacando con la mano! Kepa Arrizabalaga es de su misma línea».
Marcos Murillo no sabe si el Chopo’ le identificaría hoy. «Cada uno tiene su sitio en la vida. Estuve solo un año con él. No sé si se acordará de mí. En la misma habitación sí dormimos muchas veces, pero han pasado tantos años y él ha tenido tantos compañeros...». El exjugador del Basconia, habitual ahora en los partidos del filial en Lezama y en los de sus nietos en balonmano, no ahorra calificativos para elogiar al Chopo: «Era muy majo. La bondad hecha persona. Su carácter siempre ha sido así, nada conflictivo. En el campo hacía las cosas muy fáciles. Todas las personas tenemos un don, y el suyo era hacerlo todo con una sencillez pasmosa. Parece simple hacerlo, pero no lo es. Era algo congénito para él. En sus veinticinco partidos en el Basconia le vi muy pocos fallos. ¡Hombre! Por debajo del sobaco ya he visto que le han metido algún gol… pero contadísimos».
Sustituyó al chopo en un encuentro del basconia
Murillo recuerda que Iribar llegó de Zarautz por recomendación de Etxabe, que había jugado en el Athletic de extremo izquierda y era de Basauri. Pero el que verdaderamente lo ojeó fue ‘Piru’ Gainza. Después de coincidir con el Chopo, Marcos marchó a Puertollano al Calvo Sotelo. De ahí al Eldense, para terminar en el Villosa de Llodio y el Peña.
No niega que su ídolo de pequeño había sido Carmelo Cedrún. «Luego, lógicamente, Iribar. Sepp Maier, del Bayern, también me gustaba mucho. De los actuales el mejor me parece Oblak, que es de la línea de Iribar, de esos que da una seguridad increíble. Pero el Chopo era más elegante. Y el futuro, bajo mi punto de vista, es Kepa». Cree que podría ser como Iribar, Carmelo y los fallecidos Zarra, Iriondo o Garay.
Ahora bien, como espectador del viejo San Mamés, Marcos Murillo disfrutó con el Chopo, a quien «le he tenido envidia, entiéndeme bien, solo por una cosa. Por su vinculación con el euskera. Algo que yo no he podido conseguir al no tener la oportunidad. El poco euskera que escuchaba yo entonces era el del conductor del tranvía de Arratia. Y en aquellos tiempos, a Iribar si le oía hablar euskera».
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