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Andoni Zubizarreta 'Zubi': Iribar, era el hombre como el que quería ser

El hombre como el que quería ser

«Andoni, sobre las excusas no podemos trabajar. Sobre los problemas, sí», me decía en aquellas tardes en Lezama

ANDONI ZUBIZARRETA

Jueves, 1 de marzo 2018, 00:45

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Imaginar. Dice Iribar que nosotros pertenecemos a ese tiempo, pasado ya absoluto, en que debíamos imaginarnos casi todo. De la narración de la radio, de la lectura de la crónica deportiva del día después, nosotros debíamos poner en marcha nuestra mente para 'visualizar' aquellos vuelos imposibles, aquellos despejes de puño, aquellos blocajes milagrosos.

Hasta la ropa y los guantes pertenecían a nuestro imaginario. Para construir nuestro relato, ese relato en formato radiofónico que nos inventábamos y que, hoy todavía, sigue siendo parte de la banda sonora de nuestras vidas.

Las posibilidades para comparar lo imaginado con lo real eran dos. El estadio, si tenías suerte y vivías cerca, y la televisión en formato blanco y negro (más bien con todos los tonos de grises).

Dice Iribar que aquello nos hacía más libres, más atrevidos, más creativos, más soñadores. No permitíamos que la cruda realidad deshiciera nuestros sueños.

Dice Iribar que imaginar nos hizo pensar y que eso nos hizo buscar soluciones y que eso nos hizo anticiparnos a nuestros rivales.

Cuando yo era chaval, en Aretxabaleta, en el pasado milenio, yo imaginaba que era como Iribar: sobrio, seguro, elegante, siempre un paso por delante de las intenciones del delantero, siempre preparado para lanzar un buen contraataque con un simple saque con la mano.

Bueno, seguramente la frase exacta sería: yo imaginaba que quería ser como Iribar. Porque ese puesto de mito es un lugar inalcanzable para los mortales. Y así sigue siendo.

Ser. Cuando has imaginado mucho necesitas asirte a elementos ciertos, a ciertas confirmaciones vitales para, después de haber tocado tierra, volver a despegar en busca de nuevos sueños.

Y eso es lo que es Iribar cada día, en cada gesto, en cada frase, en cada mirada, en cada sonrisa (una de sus habilidades menos reconocidas). Una certeza mágica. Es Iribar todo eso que suele costar describir: los valores. La honradez y la sencillez, la modestia y la elegancia, la exigencia y la amabilidad, la inteligencia y la comprensión. La comprensión compleja de la vida y de sus elementos. El entender que no lo podemos manejar todo pero que aquello que podemos manejar lo debemos hacer bien. Incluso mejor que bien. Sin excusas. «Andoni, sobre las excusas no podemos trabajar. Sobre los problemas, sí», decía en aquellas tardes a solas en Lezama, cuando a la salida del Servicio Militar Patxi Bolaños y yo entrenábamos a solas con Manolo Delgado y con él.

Si Kipling necesitaba un nombre para encarnar a ese Hombre de su poema IF, José Ángel Iribar sería mi respuesta.

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