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Alavés - Athletic | Liga Santander Jornada 20

Decepción en Mendizorroza

Lejos de la magnífica imagen que mostró en Pamplona, el equipo de Marcelino no puede pasar de un insulso empate a cero ante el Alavés en un derbi pasado por agua

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Domingo, 9 de enero 2022

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La magnífica imagen que mostró el Athletic en Pamplona dejó paso este domingo a otra mucho menos atractiva y desgraciadamente ya conocida: la de ese grupo impreciso y romo en ataque que es incapaz de superar a rivales del fondo de la tabla. Levante, Granada, Cádiz, Getafe... Este domingo tocó el Alavés, un equipo muy justito con el que José Luis Mendilibar va a tener que hacer milagros para salvar la categoría. El empate a cero hizo justicia a un derbi pasado por agua que se hizo difícil de digerir por parte de los dos bandos. Especialmente por el del Athletic, que no sólo se dejó dos puntos sino que a los dos minutos perdió a Vencedor al menos para un par de semanas, Por lo visto, la lesión que obligó a retirarse al de Rekalde no era la misma que venía arrastrando y que había puesto en duda su entrada en el once. Mejor así porque de lo contrario sería como para comer cerillas. Zarraga, en cualquier caso, demostró que tiene calidad para jugar en esa posición. Eso sí, le falta todavía confianza.

Alavés

Pacheco, Duarte, Martín, Lejeune, Miazga, Manu García, Jason (Escalante m.40), Moya, Luis Rioja (Edgar m.64), De la Fuente (Pellistri m.84), Jose Luis Mato Sanmartín 'Joselu'.

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Athletic

Simón, Íñigo, Yeray, Balenziaga, De Marcos, Dani (Serrano m.82), Vencedor (Zarraga m.3), Muniain, Berenguer (Vesga m.82), I. Williams (N. Williams m.59), Sancet (Raúl, m.59).

  • Incidencias 14.103 espectadores en Mendizorroza.

  • Árbitro Jaime Latre.

El empate, décimo de los rojiblancos en 21 partidos, fue un chasco, un jarro de agua fría. En primer lugar, porque había muchas ilusiones puestas tras lo visto en los dos primeros partidos de 2022. Y en segundo, porque los de Marcelino no pueden seguir dejándose puntos en este tipo de choques -sólo han ganado a uno de los diez últimos equipos en puestos de descenso a los que se han enfrentado-, si quieren mantener sus aspiraciones europeas. 28 puntos no es una cifra suficiente a estas alturas. Por otro lado, tampoco hay que olvidarse del factor anímico. Y es que un derbi tan chungo baja inevitablemente los ánimos de la feligresía y hace recordar la irregularidad impenitente del Athletic, sus dificultades casi insuperables para mantener una línea constante de alto rendimiento.

El partido se emborronó desde los primeros movimientos y ya no remontó. Los dos equipos bregaban sin fortuna bajo la lluvia incesante y podía hablarse de igualdad, de ese equilibrio de fuerzas que se produce cuando las defensas se imponen sin grandes apreturas sobre los ataques. Esta situación, por supuesto, no hablaba bien del Athletic, que había saltado a Mendizorroza con el mismo once que brilló en El Sadar pero no conseguía en absoluto que su fútbol, mucho menos lúcido y agresivo, se pareciera en algo al que ofreció entonces en Pamplona. Al contrario: se parecía mucho al que ha mostrado tantas otras veces ante enemigos modestos, un fútbol impreciso y gaseoso, sin profundidad.

Esta diferencia se personificó pronto en dos jugadores: Sancet y Berenguer. Ambos, sobre todo el primero, fueron los protagonistas del anterior partido de Liga. Este domingo, en cambio, flojearon. El joven canterano estuvo muy fallón. En el minuto 38, desperdició una buena oportunidad. En lugar de rematar a portería, optó por un pase que le salió fatal. Marcelino le sustituyó antes de la hora por Raúl García y no, precisamente, para que descansara pensando en la Supercopa. Berenguer, por su parte, apareció poco y mal en la primera parte, es decir, regresó a la línea que le acabó condenado al banquillo. Pero al menos supo activarse en la segunda y su entrenador le mantuvo en el campo hasta el final.

En el minuto 55, mientras los comentaristas de televisión ensalzaban las maravillas que sólo ellos veían en el campo, como el mago Melquíades ensalzaba en Macondo los nuevos inventos de los sabios alquimistas de Macedonia, se produjo una jugada muy simbólica. Williams perdió un balón mientras conducía hacia campo rival y Duarte estuvo a punto de sorprender por alto desde lejos a Unai Simón, que acertó a desviar el balón con las yemas de los dedos. Fue uno de esos paradones de apariencia imposible, como el que le hizo a Chimy Ávila la semana pasada, con los que a veces asombra al mundo el portero de Murgia. Saltó entonces a las pantallas una estadística definitiva: era el primer remate entre los tres palos.

El Athletic necesitaba mejorar su juego de ataque, que los primeros 45 minutos se limitó a esa opción fallida de Sancet y a un remate al lateral de la red de Williams. Sin embargo, no lo consiguió, ni siquiera con las entradas de Raúl García y Nico Williams. O al menos no lo consiguió lo suficiente. De hecho, tras el descanso sólo fue capaz de crear dos ocasión dignas de tal nombre, un centro-chut de Raúl García al que no llegó Berenguer tras una bonita jugada de Muniain y un derechazo de Berenguer muy bien despejado por Pacheco. Una cosecha realmente deficiente, pero que tampoco puede causar asombro. Ya le ha sufrido otras veces el Athletic y sigue siendo una asignatura pendiente.

Visto lo visto este domingo en Mendizorroza es evidente que todavía hace falta tiempo para aprobarla. Y no sólo tiempo. También alguna que otra terapia para la cual el partido de Pamplona puede servir de referencia. Es obvio que el ataque de los rojiblancos debe ser más agresivo y variado, con más futbolistas asumiendo responsabilidades por las bandas y por el centro. Lo que no tiene ninguna sentido y no deja de ser una muestra debilidad es el caso de Muniain monopolizando todas las jugadas de ataque, actuando por todas partes, como si fuera Messi o el mismísimo Espíritu Santo. El Athletic necesita desde luego la presencia de su capitán, pero su omnipresencia es negativa para él y hasta para sí mismo. Este domingo, de hecho, acabó el partido fundido por el esfuerzo exagerado y perdiendo dos o tres balones fáciles.

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