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Athletic - Alavés | Liga Santander Jornada 8

El Athletic hace bien la contabilidad

El equipo de Marcelino, bien en la primera parte y gris en la segunda, supera a un inofensivo Alavés con un gol de Raúl García y añade tres puntos a su caja registradora

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Viernes, 1 de octubre 2021

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Nunca acaban de gustar en San Mamés los partidos contra rivales débiles o en una situación muy apurada, necesitados de cuidados intensivos. En esos casos, el aficionado rojiblanco recela más que un espía ruso de la Guerra Fría, no se fía de nada ni de nadie, ya que no puede dejar de recordar la acreditada reputación del Athletic como buen samaritano, siempre dispuesto a ayudar a los heridos y desvalidos de la Liga. El Alavés era uno de ellos. Vicecolista con tres puntos en seis partidos y sólo dos goles a favor, el Glorioso visitaba un campo donde sólo había ganado una vez en toda su historia, hace ya 16 años. Víctima propiciatoria, por tanto. El equipo de Marcelino, sin embargo, no se dejó liar esta vez con sus buenos sentimientos y tumbó al Alavés con un solitario gol de Raúl García al final de la primera parte.

Athletic

Simón; Lekue, Vivian, Íñigo, Balenziaga; Berenguer (Nico, m.66), Vencedor, Dani (Vesga, m.86), Muniain (Zarraga, m.77); Raúl García (Sancet, m.77) e Iñaki Williams.

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Alavés

Pacheco; Martín (Pina, m.74), Ximo Navarro, Laguardia, Miazga, Duarte; Loum (Manu, m.74), Rioja, Moya (Pellistri, m.82); Sylla (Joselu, m.46); y Miguel (Guidetti, m.61).

  • GOL Raúl García (Min.43)

  • Árbitro: Del Cerro Grande.

  • Incidencias : 28.665 espectadores en San Mamés.

Lo cierto es que el derbi quedó reducido prácticamente a eso, es decir, a celebrar un gol y a acabar añadiendo tres puntos a la caja registradora después de tres jornadas sin hacerlo. Digamos que las cuentas le salieron a Marcelino, que volvió a apostar por su once titular, el que viene repitiendo toda la temporada con la única variación del segundo delantero, Sancet o Raúl García. Tanta confianza sólo se explica imaginando que el técnico asturiano está muy satisfecho de todos estos jugadores. Y seguramente lo estará también de su rendimiento en la noche de ayer. Más allá de la satisfacción de la victoria, en cambio, el espectador rojiblanco salió del estadio siendo consciente de que, en unas pocas horas, olvidaría prácticamente todo lo sucedido sobre el césped. Salvo el recórd de Iñaki Williams y el homenaje que le ofrecieron el club y sus compañeros, se entiende.

El Athletic, eso sí, actuó ayer con inteligencia y bien apoyado en su fortaleza defensiva, que esta vez, a diferencia de lo ocurrido contra el Rayo y el Valencia, prolongó hasta el último segundo sin ningún error. El equipo de Marcelino supo desde el principio cuál debía ser su principal argumento ofensivo ante el Alavés: la paciencia. Iba a necesitarla en grandes dosis para ir resquebrajando poco a poco a un rival que acumuló a toda la tropa en su campo y cuya única idea en ataque consistía en mandar balones largos a la zona de los centrales rojiblancos; una idea tirando a absurda o al menos de una inocencia asombrosa. Si esa era la forma de «jugar atrevido», como había asegurado Calleja que lo haría su equipo en San Mamés, lo cierto es que le salió fatal. La afición rojiblanca disfrutaba en las gradas con la percepción de que acabar abriendo la caja de caudales del equipo babazorro sería cuestión de tiempo, y de que no había motivos para preocuparse en la portería de Unai Simón. El bocadillo, en fin, podía comerse tranquilamente tanto tiempo después.

Pese a todo, a medida que pasaban los minutos, con el Athletic jugando casi siempre en campo rival, llegó a sentirse una cierta inquietud. Un leve vértigo. Sucedió que Raúl García desperdició en el minuto 5 uno de esos penaltis que convierten al VAR en un invento de la Inquisión, capaz de castigar a un jugador por una mano de espaldas absolutamente involuntaria. Pacheco adivinó la dirección del lanzamiento del navarro. Poco a poco, paciente y bien situado en el campo, el equipo de Marcelino iba creando ocasiones: Iñigo Martínez y Muniain de cabeza, Williams, Vivian en otro testarazo muy franco que cruzó demasiado... Las creaba y las fallaba. Como tantas otras veces.

Cuando en el minuto 37 el Alavés remató por primera vez a la portería de Unai Simón -un cabezazo de Miazga- más de un aprensivo comenzó a temer que el Athletic acabaría pagando tanto desperdicio. Sus miedos, sin embargo, no duraron mucho. Los rojiblancos volvieron a aprovechar una de sus grandes armas; en algunos partidos, la única que aciertan a aprovechar. El balón parado. Un córner en corto que el Alavés defendió fatal -en todas esas jugadas dejó que dos futbolistas en el Athletic combinaran con facilidad y uno centrase sin oposición- supuso el 1-0. Un centro perfecto de Lekue, cada día más asentado como titular en el lateral derecho, permitió que 'Rulo' se desquitara del fallo en el penalti y firmase su primer gol de la temporada.

La segunda parte, fea y embarullada, fue decepcionante desde la perspectiva rojiblanca, por mucho que la victoria, pese a lo ajustado del resultado, no corriera peligro en ningún momento. El Alavés lo intentó hasta el final como buenamente pudo. Calleja metió a Joselu tras el descanso y más tarde a Gidetti. Pero su fútbol no pasó de voluntarioso. El trabajo de la retaguardia bilbaína no tuvo problemas para desactivarlo hasta con una cierta suficiencia. La decepción del Athletic estuvo en su juego con el balón, casi siempre mediocre, sin ninguna finura en las cercanías del área rival y con remates tan defectuosos como los que brindó Iñaki Williams en los minutos 53 y 57. El Alavés era un rival para que un buen equipo, capaz de volar alto, le hiciera un estropicio y brindase a su público un espectáculo divertido. El Athletic, en cambio, no pùdo pasar de un ejercicio de seriedad y de hacer bien la contabilidad.

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