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JON AGIRIANO
Domingo, 3 de abril 2022, 12:35
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El Athletic cumplió este domingo su objetivo, que no era otro que no pifiarla ante el Elche y seguir metido en la pelea por Europa. Los rojiblancos lo consiguieron con todo merecimiento en un partido serio que tuvo dos partes completamente distintas; una primera muy brillante del equipo de Marcelino, que se adelantó con una chilena de Berenguer a la media hora y al que solo la impericia recalcitrante de Iñaki Williams de cara a gol le impidió sentenciar, y una segunda sombría y peleada. Más espesos, los rojiblancos no consiguieron hacer el 2-0, obra de Villalibre, hasta el minuto 85. Y menos mal que lo marcaron porque Josan acortó distancias en el descuento y el Athletic tuvo que sufrir un par de minutos de mucho vértigo hasta el pitido final.
Que conste que este vértigo no tuvo que ver con que el Elche diera miedo con alguna nueva ocasión sino que la sola idea de que pudieran irse por el desagüe dos puntos, visto lo que había sucedido durante 90 minutos, era tan absurda y paralizante que dio pánico. Conseguido el objetivo, es decir, manteniendo todavía viva la llama de la ilusión, sin bajar miserablemente la persiana con dos meses y medio de Liga por delante, a la tropa de Marcelino se le presenta la próxima jornada toda una final en el Estadio de La Cerámica. Digamos que este domingo se ganó el derecho a disputarla. Más allá de aciertos y errores individuales, su actitud colectiva fue inmejorable.
Ya la primera impresión del Athletic, esa que hay que observar con más atención que un cabo de guardia la trinchera enemiga, no pudo ser más positiva. Siempre lo es que un equipo salga con un firme propósito de enmienda respecto a uno de sus defectos más irritantes: en este caso, las ya famosas empanadas en el arranque que tantos disgustos han deparado. Esta vez los rojiblancos, con un Unai Nuñez cumplidor en el once titular, salieron a todo trapo. Y se gustaron. Su agresividad en la presión, unida a su fluidez y verticalidad con la pelota, moviéndola siempre con sentido, no sólo le permitieron dominar con total autoridad sino que provocaron un bloqueo general del Elche. Los ilicitanos parecieron mucho peores de lo que son en realidad, no dieron tres pases seguidos y apenas se acercaron a saludar a Unai Simón. De hecho, su primer remate a portería no llegó hasta el minuto 70. Y la culpa la tuvo un Athletic con los cinco sentidos puestos en su trabajo. Como debe ser.
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Su primera parte fue para enmarcar. Hasta el punto de que hizo imposible no pensar en tantos y tantos partidos, ante rivales de la misma entidad que los alicantinos, en los que ofreció una versión tan pobre y acabó perdiendo puntos de esos que nunca dejan de echarse de menos. El equipo de Marcelino debió dejar el choque resuelto en los primeros 45 minutos. Si no lo hizo fue porque tiene un problema sin solución. Juega sin un delantero centro específico, sin un buen hombre de área, puntual y eficaz rematador. Ese lugar lo ocupa Iñaki Williams, que no sólo no es un 'killer' ni nunca lo será sino que cada vez parece peor ejerciendo esa función.
Athletic
Simón; De Marcos (Zarraga m.88), Vivian, Nuñez, Berchiche; Berenguer (Nico, m.75), Vencedor, Vesga (Petxa, m. 65), Muniain; Sancet (Raúl, m.65) y I. Williams (Villalibre, m. 75).
2
-
1
Elche
Edgar, Olaza, Palacios, Bigas, Diego G., Tete Morente (Josan, min. 57), Marcone (R. Guti, min. 57), Gumbau, Fidel (Piatti, min. 73), Boyé (Ponce, min. 17) y Milla (Carrillo, min. 58)
Incidencias: 34.572 espectadores en San Mamés.
Árbitro: Figueroa Vázquez
Lo de este domingo fue un calvario porque el mayor de los Williams, al que un gran Sancet buscó siempre con inteligencia, se dejó la piel e incluso firmó un gran trabajo defensivo. Dentro del área, sin embargo, fue una calamidad. Dio dos o tres pases muy defectuosos en situaciones ventajosas, empezando por uno en el minuto 12 tras una gran asistencia de Vencedor, y falló hasta cuatro ocasiones claras delante de Edgar Badía. Dos de ellas fueron en remates de cabeza que el 9 rojiblanco no pudo dar peor; es más, ni siquiera llegó a conectarlos. Por supuesto, en esos momentos fue imposible no recordar los históricos cabeceadores que ha tenido este club. Estamos en otra época, es cierto. El propio Williams ya dijo una vez que él tenía un perfil distinto, pero da la impresión de que cada vez le pesa más a nivel psicológico la exigencia básica de una posición que no es la suya y que implica unas aptitudes que él no tiene.
El Athletic volvió a salir muy concentrado en la segunda parte, que arrancó con un jugadón de Sancet, al que derribaron en el borde del área. El navarro estaba siendo el mejor y demostrando que, cuando el equipo juega a un ritmo muy alto, con dinamismo y apretando por las dos bandas, como hizo este domingo durante la primera parte y en esos compases iniciales de la reanudación, él disfruta y se convierte en un futbolista determinante. El Athletic necesita a Sancet. Ahora bien, también da la impresión de que Sancet necesita un tipo de juego y de actitud muy concretos por parte de sus compañeros. De lo contrario, se convierte en un futbolista menor.
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Antes de la hora, Francisco, que había perdido por lesión a Lucas Boyé en el minuto 16, agitó su banquillo con un triple cambio. Algo tenía que cambiar para no ir directo al desolladero. La entrada de Carrillo dio más mordiente a los ilicitanos, pero no la suficiente. También Marcelino agitó el suyo -sorprendió la entrada de Petxarromán y que prescindiera de Sancet- y acabó dando entrada a Villalibre en el minuto 73 junto a Nico Williams. Aunque lleva una temporada horribilis, el delantero de Gernika tuvo una tarde feliz. Creó peligro en dos cabezazos altos y marcó el 2-0 con mucha frialdad tras un buen pase de Raúl García. Por supuesto, la afición se fue del campo discutiendo si debe tener más oportunidades.
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