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La resaca del partido del Camp Nou, como ya es costumbre, tuvo ese efecto demoledor de las mezclas más diabólicas, el patxaran con el vermú, el tequila con gaseosa, cosas así. El cuerpo rojiblanco debería irse acostumbrando a esos bebedizos que le obligan a tragar cada año cuando llega al coliseo de la calle Aristides Maillol, pero por lo visto no es posible. La resaca continúa siendo tan dura como siempre, hasta el punto de que ayer algunos ya empezaron a entonar el gorigori al equipo de Valverde y a vaticinar, con gesto sombrío, una nueva temporada fuera de Europa, que ya sería la sexta consecutiva, la peor racha histórica del Athletic.
Convendría, por tanto, tirar de analgésicos, serenarse un poco y poner las cosas en perspectiva. En el caso de las derrotas en el Camp Nou, hay que darles la importancia que realmente tienen. Recordemos, por ejemplo, que en el anterior ciclo de Valverde, pese a las buenas clasificaciones del equipo, se encadenaron cuatro derrotas en Liga en el campo del Barça y una de ellas fue un 6-0 devastador. Por cierto, esa goleada de escándalo, con 'hat trick' de Luis Suárez, se produjo en la temporada 2015-16 y el Athletic quedó quinto, a dos puntos de la Champions.
Dicho todo esto, tampoco se trata de negar la realidad del nuevo escenario que se le ha abierto al Athletic en este decepcionante mes de octubre. La prueba del algodón ante los grandes no ha dado el resultado deseado. Y no se trata de que el equipo de Valverde sólo haya sumado dos puntos de doce posibles y de que el balance de goles haya sufrido un revolcón: de marcar 2,2 por partido en la siete primeras jornadas se ha pasado a 0,75 en las cuatro últimas. Y de encajar 0,57 se ha pasado a 2. Lo más preocupante es que el juego de los rojiblancos ha perdido mucho vuelo y que el rendimiento de varios titulares, cuando se han enfrentado a rivales de mayor entidad, ha bajado de forma ostensible.
Se ha llegado de este modo a una situación incómoda pero ya conocida por estos jugadores. Hace tres años, por ejemplo, el Athletic arrancó la Liga con tres victorias y dos empates que le situaron líder, empatado a puntos con el Real Madrid, aunque con mejor balance de goles. Muchos hinchas lo recuerdan perfectamente porque tienen recortada la página del periódico del lunes 23 de septiembre de 2019 en el que su equipo lucía en lo más alto de la tabla. Todos se las prometían muy felices entonces hasta que su equipo recibió una visita desagradable y ya conocida: la de Paco con las rebajas. Tres derrotas y dos empates en las siguientes cinco jornadas desplomaron al la tropa de Garitano casi hasta la mitad de la tabla.
Al Athletic, por tanto, le toca ahora recomponerse, volver a confiar en sus posibilidades y levantar de nuevo el vuelo. Hay que disolver las dudas individuales y colectivas que han podido crecer estas últimas semanas, restaurar las convicciones, asentar de nuevo la personalidad que había mostrado el equipo en el arranque de la temporada. Y hay que hacerlo ya. No se puede retrasar esta reacción porque cualquiera que conozca a esta plantilla sabe de su irregularidad innata y es consciente del peligro de que vuelvan los dientes de sierra, la incertidumbre, esas luces y esas sombras que, de forma indefectible, acaban dejando al Athletic fuera de las posiciones europeas a final de temporada.
Al término del partido, consumado el 4-0, tanto Valverde como sus pupilos se mostraron autocríticos. No podía ser de otra manera. Yeray Álvarez fue uno de ellos. El central de Barakaldo, que el viernes había sorprendido con un discurso hiperambicioso –aseguró no conformarse con el sexto puesto– pronunció a pie de campo una frase sobre la que conviene detenerse a pensar un poco. «Este partido no nos identifica», afirmó. Todos entendimos lo que quería decir, pero lo que realmente dijo no era correcto. Porque al Athletic sí le identifican los petardazos en el Camp Nou y, en los últimos años, también la irregularidad en su rendimiento y resultados. Lo que no le identifica, precisamente, es lo que se ha convertido en su gran objetivo para esta temporada: ser por fin un equipo sólido y fiable, consistente en su rendimiento y capaz de clasificarse para Europa.
La cuesta de octubre termina contra el Villarreal en San Mamés, al que seguirán, antes del parón por el Mundial, dos duelos contra rivales de la parte media-baja de la tabla como el Girona y el Valladolid. No hace falta recordar la importancia que tiene el partido del domingo. Una victoria volvería a prender la llama de la regeneración –digámoslo así–, mientras que una derrota haría inevitable la sensación de que el Athletic ha vuelto a las andadas y que quizá sus males no tengan remedio.
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