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Una cómoda victoria ante Osasuna, que sólo dio señales de vida en la primera media hora de la segunda parte, unida a un nuevo tropiezo del Villarreal, dibujaron un inesperado y excitante escenario para el Athletic. Así es el fútbol. Tras el suceso de Granada, hablar antes del partido de las opciones europeas de los rojiblancos era incluso una práctica de riesgo para los periodistas. Podíamos ser acusados y perseguidos por vender humo y quincalla estadística. Después de los noventa minutos, sin embargo, se acabó imponiendo una nueva realidad. Si el próximo domingo el Athletic obtiene en el Sánchez Pizjuán un resultado mejor que el del Villarreal en el Camp Nou jugará
Dicho esto, no tiene sentido extenderse en conclusiones sobre esa posibilidad, ni imaginar las consecuencias que podría tener respecto al futuro de Marcelino. Después de tantos desengaños en encuentros decisivos es mejor no hacer cábalas. Basta con disfrutar durante unos días con la bella expectativa que se generó en una jornada muy particular. Podríamos calificarla de histórica porque hay muy pocos precedentes de ver a la hinchada del Athletic animando en su fuero interno -tampoco es cuestión de hacerlo de forma explícita y ostentosa- a la Real Sociedad. Pues bien, lo hizo para que remontase en La Cerámica, lo que finalmente sucedió.
Athletic
Simón; De Marcos, Yeray, Iñigo M., Yuri; Muniain, Vencedor (Zarraga, m.67), Dani G. (Petxa, m.67), Nico W. (Villalibre, m.46); Iñaki W. (Capa, m.87) y Raúl G. (Berenguer, m.20)
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Osasuna
Herrera; Nacho Vidal (R. Torres, m.83), Aridane, Cruz, Sánchez; Javi M. (Barja, m.46), Moncayola, Brasanac (Oier, m.83), Iñigo Pérez (R. García, m.68); Chimy Ávila (Kike, m.46) y Budimir.
Goles: Berenguer (min. 33) y Villalibre (min. 79)
Incidencias: 37.879 espectadores en San Mamés
Árbitro: Figueroa Vázquez
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En estos finales de Liga suelen observarse grandes diferencias de actitud entre los equipos. La de este domingo entre el de Marcelino y el de Jagoba Arrasate fue mayúscula y se hizo evidente desde el pitido inicial. Los rojiblancos se jugaban sus últimas opciones matemáticas para entrar en la Conference y tenían, además, la obligación de hacerse perdonar por su penosa actuación en Granada. Osasuna, por su parte, no se jugaba nada, lo que ya viene siendo habitual para los rojillos en las últimas jornadas del campeonato desde su ascenso a Primera en 2019. Pocos equipos hay tan afincados en mitad de la tabla como el navarro. Se le podría considerar un residente fijo.
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El Athletic consiguió dominar con claridad a base de ponerle más interés y de hacer un juego sencillo, escarbando por las bandas la defensa adelantada de Osasuna a través de los hermanos Williams, muy activos. Se intuía que el gol de los locales caería tarde o temprano. Más tarde que temprano, la verdad, teniendo en cuenta la finura de los delanteros rojiblancos, sobre todo Iñaki Williams, en sus pases y remates. Los errores se repetían uno tras otro a la hora de poner la rúbrica a las jugadas y si no era así Sergio Herrera se lucía, como hizo sacando un buen zurdazo de Nico Williams. La pérdida de Raúl García, lesionado en el minuto 18 y sustituido por Berenguer, pareció un contratiempo para el Athletic, pero no lo fue. Pasada la media hora, justo tras la pausa por hidratación, el exjugador del Torino sorprendió a la defensa navarra con un cabezazo impecable en un saque de córner bien puesto por Iker Muniain.
El 1-0 hacía justicia y el 2-0 hubiera hecho más, pero Iñaki Williams, cuya capacidad de trabajo es inversamente proporcional a su acierto en las definiciones, volvió a perdonar dos buenas oportunidades antes del descanso, al que se llegó, por cierto, con una mala noticia: una nueva lesión en los isquios del pequeño de los Williams. Se la hizo en una carrera que tampoco pareció muy explosiva, de manera que muchos aficionados ya comenzaron a barruntar, con preocupación, que por mucho que sea todavía muy joven y tenga que madurar, Nico no tiene un físico indestructible como el de su hermano mayor. Ni de lejos.
El arranque de la segunda parte del Athletic obligó a torcer el gesto. O más que eso. Casi provocó muecas como aquellas que hacía el pequeño de los hermanos Calatrava. Porque bastó con que Osasuna se quitara las legañas y diera un paso al frente, se supone que tras la reprimenda de su entrenador en el descanso, para que los rojiblancos plegaran velas y comenzaran a jugar con fuego, una práctica en la que acostumbran a chamuscarse. Cuando en el minuto 47
¿Tendrían la culpa los pitos? A saber. El caso es que los rojiblancos avivaron un poco su juego y de repente se encontraron con el premio deseado. Fue una jugada rápida, letal. Pase de Yeray a Iñaki Williams, carrera, centro perfecto al segundo palo y gol de Villalibre. Las gradas de San mamés lo celebraron a lo grande y, desaparecido ya Osasuna, vivieron una fiesta hasta el final del partido. En las celebraciones tuvo un lugar especial el regreso de Capa después de más de un año sin jugar. El portugalujo, que incluso tuvo una buena ocasión en un derechazo desde fuera del área, recibió una ovación espectacular. Es general la percepción de que Marcelino no ha sido justo con él.
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