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Atlético-Athletic | Liga Santander Jornada 5

El Athletic muestra su armadura

El equipo de Marcelino, de nuevo muy sólido en defensa, se lleva un meritorio empate del Wanda, pero tuvo la victoria en dos ocasiones clarísimas de Williams y Villalibre

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Sábado, 18 de septiembre 2021, 15:01

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Ya dijo Raúl García hace unos días, refiriéndose al juego del Athletic, que esto es «una cuestión de pico y pala». A estas alturas, ya nadie lo discute. Marcelino ha construido un equipo intenso y laborioso, de acreditada seriedad y humildad proletaria, muy difícil de batir. Este sábado se llevó un punto del Wanda, algo que hay que dar por bienvenido teniendo en cuenta los precedentes en ese estadio, pero lo cierto es que bien pudo llevarse los tres. Hubiera bastado con que Iñaki Willimas en el minuto 49 y Villalibre en el 91 no desperdiciaran dos ocasiones clamorosas, mano a mano frente a Oblak. La última, en las botas del delantero de Gernika, ante un Atlético en inferioridad por la expulsión infantil de Joao Félix, dejó inevitablemente un regusto amargo en un empate en sí mismo meritorio.

Atlético

Oblak; Trippier (Cunha, m.77), Savic, Giménez, Hermoso, Lodi (Carrasco, m.55); Llorente, Kondogbia (Herrera, m.55), De Paul; Griezmann (Suárez, m.55) y Correa (Joao Félix, min.60).

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Athletic

Simón; Lekue, Vivian, Iñigo, Balenziaga; Berenguer, Dani (Zarraga, m.87), Vencedor (Vesga, m.80), Muniain (Morcillo, m.80); Raúl (N. Williams, m.64) e I. Williams (Villalibre, m.63).

  • Árbitro Gil Manzano.

  • Incidencias 38.798 espectadores en el Wanda.

El Athletic, por tanto, continúa invicto después de cinco jornadas y sólo ha encajado un gol, el de Memphis Depay en el estreno liguero. El equipo de Marcelino está creciendo a partir de la solidez de su armadura, donde siguen teniendo un comportamiento intachable Iñigo Martínez y Vivian, a día de hoy la mejor pareja de centrales de la Liga. Pero es todo el equipo el que trabaja a destajo en defensa y parece sentirse cada vez más fuerte en este apartado del juego, como si hubiera asumido que es su especialidad. Lekue, por ejemplo, mostró este sábado una firmeza y una concentración insospechadas. Que el Atlético, con la plantilla que tiene, sólo creara una ocasión clara de gol -un derechazo de Llorente que Unai Simón desvió con las yemas de los dedos al poste en el minuto 75- lo dice todo.

Los rojiblancos llevan camino de ser unos de esos equipos a los que nadie quiere ver ni en pintura. Ni para heredar. Está claro. También lo está que, a lo largo de la temporada, van a disputar muchos partidos duros e indigestos como garbanzos de cuartel. El clásico de este sábado fue uno de ellos. Tenía muchas posibilidades de ser uno de esos pulsos muy competidos que suelen darse con frecuencia cuando se enfrentan eso que algunos comentaristas califican como «equipos muy trabajados». Este concepto, por razones curiosas, suele aplicarse en exclusiva a los equipos muy trabajados en defensa, los que juegan con el ceño fruncido y las tuercas muy prietas, y se aplican con devoción a la tarea de no dejar huecos. Que en ataque no ofrezcan casi nada parece ser lo de menos. Que a los cinco minutos ya estés bostezando como un hipopótamo aburrido no pasa de ser un daño colateral de un fútbol cuyo éxito es anular el juego del rival.

Esto sucedió durante toda la primera parte, que se hizo eterna. Básicamente, por una razón de peso: no pasó nada. Y eso que los 22 futbolistas no dejaron de correr, luchar con frenesí y disputar el balón por tierra, mar y aire. Cómo sería la cosa que los narradores del partido por televisión, profesionales que venden su producto con enorme cariño y son capaces de ver bellísimas cataratas en el desierto, reconocieron que no se habían producido ocasiones de gol, tan sólo aproximaciones a las áreas. La más peligrosa vino tras una pérdida de Dani García pasada la media hora. Correa se fue hacia el área, pero Iñigo Martínez y Vivian llegaron a tiempo para cerrarle.

Los partidos tan apretados, con tan poco aire, suelen decidirse muchas veces en este tipo de errores de bulto. El Athletic tuvo uno a su favor en el minuto 49, poco después de que el equipo de Simeone inquietara con un cabezazo de Correa al comienzo de la reanudación. Giménez falló en un quite ante Williams, que tiró de velocidad y se plantó sólo delante de Oblak. Su remate desviado dejó la impresión de que podía costar el partido, de que era una de esas oportunidades que nunca pueden fallarse en casa del Atlético si uno no quiere salir trasquilado. Durante unos minutos, mientras Simeone y Marcelino refrescaban a sus tropas con varios cambios, el partido pareció ensombrecerse para el Athletic, que había reculado ante la mayor percusión de los colchoneros. Un derechazo al poste de Llorente confirmó que los bilbaínos estaban en peligro.

Sin embargo, Joao Félix apareció entonces para liarla de un modo incomprensible y hacerle un fantástico regalo a su rival. Si Simeone no le ha hecho la cruz al portugués de forma definitiva poco habrá faltado porque su infantilada fue mayúscula, de crío de patio de colegio. Ahí es nada llamarle «loco» al árbitro varias veces después de que éste le enseñara una tarjeta amarilla y encima ponerse delante de él y hacerle con el dedo índice el gesto de que tiene que apretar la tuerca de la sien. Alucinante.

Al equipo de Marcelino le vino fenomenal. Pese al carácter de los colchoneros, que no se resignaron a la derrota pese a estar en inferioridad y ensuciaron el partido con protestas y simulaciones -Luis Suárez parece que ya sólo está para eso-, el Athletic aprovechó su ventaja para igualar la disputa. Y no sólo eso. Acabó buscando el gol de la victoria con varias acciones en las que tuvo un papel destacado Nico Williams, un chaval que crece a ojos vista. Llevó su firma un pase magnífico a Berenguer, que a su vez dio una soberbia asistencia a Villalibre. El fallo del 'Búfalo' hizo inevitable acabar el partido lamentando no haber logrado la victoria. Estuvo ahí.

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