
Un batacazo doble y cruel
Dos finales en quince días. Eso es hacer historia. Y perder las dos también lo es. No era nuestra Copa
Teresa Cobo
Sábado, 17 de abril 2021
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Teresa Cobo
Sábado, 17 de abril 2021
Queríamos volver a sentir lo del 84: la felicidad pura, atávica y desbordante vivida por todo un pueblo. Parecía estar ahí. Dos finales de Copa ... en quince días. Eso es hacer historia. Y perder las dos también lo es. Tras la derrota sin paliativos contra la Real, tampoco se ha obrado el milagro de vencer al Barça. Once semanas después de ganarle la Supercopa. Así es el Athletic. Y así es su hinchada: incondicional. Arrastramos una interminable sequía de títulos de Liga y Copa. Por eso pecamos de eufóricos mientras dura el sueño. Así somos en Bilbao: que nos quiten lo 'bailao'. Y luego ya el batacazo, esta vez doble y cruel.
No era nuestra Copa. ¿Sin gabarra y en medio de una peste mundial? Se ve que no tocaba. Sacar la gabarra no es echar un barco al Nervión, es gritar apelmazados hasta la afonía 'Aquí está, esta es, la afición de San Mamés'; dejarse arrastrar en Pozas por una marea humana entre la que navegan vinos, cervezas y kalimotxos sin noción de quién los paga; fluir en tromba hacia la ría, asombrados, sobrecogidos y exultantes por el espectáculo de la marabunta rojiblanca que formamos. Somos 37 años más viejos y aún no hemos podido repetir. Si nosotros tenemos esta espina clavada, de qué tamaño será la estaca que ensarta a las generaciones que nacieron después y que han aguantado nuestras batallitas sobre la revolución emocional de una Bizkaia ataviada de rojo y blanco que tomó las calles para celebrar la gesta de su equipo.
📺 RESUMEN | Revive las mejores acciones y los goles de la #FinalCopaDelRey que ha proclamado al @FCBarcelona_es campeón tras imponerse 0-4 al @AthleticClub.
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Ser del Athletic es como respirar: inevitable y vital. Eso no es exagerar para alguien de Bilbao. Mi primera camiseta del Athletic me la cosió mi madre con tela de bandera de la que sale de las fábricas en grandes rollos y se vende en las tiendas a tanto el metro. Hasta pergeñó un escudo en el que no faltaba ni la catedral. Después tuve otras camisetas, las pijas, las oficiales, las reglamentarias. La última la compré hace años y aún le cuelga la etiqueta, porque ha estado en dique seco como la gabarra. Se volvió anticuada dentro del armario con el cambio de patrocinador.
Con mi camiseta 'made in' Margen Izquierda me zambullí en la multitud que se embutió en el Botxo en el 83. Era el primer título de Liga del Athletic en 27 años y en mis 17 años de vida. Esa camiseta vestí en San Mamés en el último partido de la Liga del 84 y en el Bernabéu cuando el Athletic conquistó la Copa ante el Barcelona en el glorioso año del doblete. Con ella me mezclé entre el millón de aficionados que invadió la villa para celebrarlo. Esa prenda se arrugó un año después en el autobús en el que regresábamos derrotados de Madrid tras perder la final de la Copa contra el Atlético. ¡Cómo imaginar a los 18 años que iba a triplicar mi edad sin volver a ver ganar ese trofeo a los leones! Y que en abril de 2021 iba a sufrir dos veces esa decepción desde fuera de una Euskadi confinada.
El 1 de mayo del 83, mi hermana la mediana y yo estábamos castigadas sin salir de casa. Esos eran los confinamientos de entonces. Pegada a la radio escuché el 1-5 del Athletic en Las Palmas y el gol del Valencia al Real Madrid. El Athletic, campeón de Liga. Me precipité hacia la ventana. ¿Cómo era posible que el mundo no se transformara? Asomé una y otra vez. Y nada. Hasta que lo vi. Un chaval corría en solitario por la orilla de la carretera nacional en dirección a Barakaldo. Puño agitado en alto. Ikurriña ondeante en el palo que sujetaba en la otra mano. Por fin una señal. El anticipo del jolgorio que se montó en Zaballa. «Apa, tenemos que salir». Y mi padre lo entendió a la primera. Él me había llevado a San Mamés cuando tenía doce años. El castigo era sagrado, pero el Athletic más.
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