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Ricardo Barkala y Jon Uriarte. manu cecilio
Comunión de intereses

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Análisis ·

Ricardo Barkala y Jon Uriarte necesitaban encontrar un antídoto contra Bielsa y Valverde no quería correr el riesgo de desperdiciar la ocasión de dirigir al Athletic

Jon Agiriano

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Jueves, 23 de junio 2022, 01:19

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Como el replicante de 'Blade Runner', estamos viendo en estas elecciones del Athletic cosas que nunca hubiéramos creído. No hablo de naves en llamas más allá de Orión, ni de rayos-C brillando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Tampoco es para tanto. Pero lo que nadie puede discutir ya, tras los acontecimientos de las últimas horas, es que nos encontramos ante las elecciones más inciertas, reviradas, emocionantes y paradójicas de la historia del Athletic. De hecho, muchos se empiezan a enganchar a ellas, a sus personajes y giros imprevistos de guión, como si estuvieran delante de una gran serie. Qué quieren que les diga. Yo les entiendo. A muchos las peripecias de Toni Soprano, Jimmy McNulty, Walter White o Frank Underwood nos hicieron pasar momentos inolvidables, pero reconozco que lo de estos comicios rojiblancos, sobre todo en estos momentos finales de la cuenta atrás, tampoco está nada mal.

Para los periodistas, sin embargo, se trata de una situación compleja. Pónganse en nuestro lugar y recuerden los últimos acontecimientos. La presentación de Carlos Aviña como director deportivo de Jon Uriarte la mañana del martes, la aparición de los polémicos 'tuits' a mediodía, el gabinete de crisis durante toda la tarde, el comunicado a las nueve de la noche diciendo que estaban investigando la veracidad de dichos 'tuits', el vídeo de Instagram a la una y media de la madrugada con toda la candidatura del empresario bilbaíno en pleno, juntos y felices, y sobreimpresionado el lema 'Ez gaitu inork geldituko' (Nadie nos parará)... Y por último, a las dos menos diez, el nuevo comunicado anunciando que prescindían del joven mexicano.

Sólo eso antes de dormir. Y a las nueve de la mañana del día siguiente, tras la ducha y el desayuno, dos alarmas casi consecutivas. La primera era el anuncio de Jon Uriarte de que Ernesto Valverde sería su entrenador. Bombazo. Cinco minutos después, la segunda. Otra explosión. Ricardo Barkala anuncia que 'Txingurri' también va con él. Y un rato después, a través del WhatsApp, una nueva ración de 'tuits' cargados por el diablo, en este caso los que Xabi Álvarez, uno de los dos hombres fuerte de Uriarte, dedicó en un tono no precisamente elogioso a Valverde en 2016.

Por supuesto, fue obligado tomarse un nuevo café, salir al balcón a respirar y serenarnos un poco. Es lo que hay que hacer cuando los acontecimientos se suceden tan rápido, más bien se agolpan de repente, uno tras otro, como los camareros, la chica de la manicura, la señora de la limpieza o los plomeros en el camarote de los hermanos Marx, y uno corre el riesgo de confundirse y perder la perspectiva. Una vez serenados, lo cierto es que en esta sucesión de hechos no es difícil distinguir, como en la gramática con las oraciones, una estructura profunda y otra superficial.

Nos encontramos ante las elecciones más emocionantes inciertas, reviradas y paradójicas

Esta última nos planteaba un escenario en el que las contradicciones y las paradojas estallaban por todas partes. Veamos. Ricardo Barkala, que había suspirado por Mauricio Pochettino hasta el punto de fichar como director deportivo a Ricardo Planes, buen amigo del argentino, y que no había dejado de intentar convencer a Marcelino para que volviera al club de su mano, acaba compartiendo entrenador con Jon Uriarte.

El empresario bilbaíno, que entró en las elecciones del Athletic proponiendo un electrosochk a un club que se estaba muriendo y asegurando que elegiría un director deportivo plenipotenciario que a su vez elegiría también al entrenador, que debería ser alguien joven, moderno y abanderado del fútbol 'rock and roll', acaba fulminando a ese director deportivo quince horas después de haberlo anunciado y confiando su suerte a la estabilidad que le proporciona Ernesto Valverde. Y el propio Txingurri, que había decidido no entrar en la batalla electoral y así se lo comunicó en su día a los candidatos, no sólo acaba metiéndose en la trinchera sino que lo hace en dos bandos tan antagónicos y enfrentados -la guerra subterránea entre ellos se las trae- como son los de Barkala y Uriarte.

La estructura profunda, sin embargo, lo aclara todo. No hay nada extraño en lo sucedido. En el fondo, no ha podido ser más previsible. Se trata, sencillamente, de una comunión de intereses entre tres actores que, a 48 horas de la cita con las urnas, no han tenido otro remedio que acudir a su plan B o C tras la irrupción en la campaña de Marcelo Bielsa. Jon Uriarte, que en los últimos días no ha perdido una oportunidad de criticar con dureza al rosarino, necesitaba una figura de la potencia de Valverde, el técnico que más partidos ha dirigido al Athletic. Barkala, sencillamente, no podía quedarse colgado de la brocha y optar por un entrenador sin tirón electoral después de que le fallasen Pochettino y Marcelino. Y lógicamente se echó en brazos del técnico de Viandar de la Vera, que tiene buenos amigos en su candidatura.

Txingurri, por su parte, quería entrenar después de dos años y medio alejado de los banquillos y sabía que el Athletic era su mejor opción. Y, claro, tampoco podía correr el riesgo de que, acuciados por las prisas y la necesidad imperiosa de presentar un antídoto contra Bielsa, Barkala y Uriarte eligieran a otro. Es así de sencillo.

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