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Marcelino se pronunció este martes sin paños calientes en Lezama sobre el decepcionante rendimiento de sus futbolistas en la final de la Copa del Rey ante la Real Sociedad. Pero, al mismo tiempo, ofreció pistas del antídoto que tiene previsto inocular a los suyos para convertir la actual depresión en un nuevo resurgir que les devuelva la «ilusión» y la «valentía», las señas de identidad que les hizo campeones de la Supercopa.
El grupo de ahora, dijo, es el mismo que el de entonces, el que superó al Madrid y al Barcelona. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió en enero en sus enfrentamientos con los dos colosos de la Liga, el «grandísimo nivel de responsabilidad» y el afán de «contentar a la afición» en el torneo del KO después de más de tres décadas de sequía y tres oportunidades perdidas en 2009, 2012 y 2015 fueron a su juicio determinantes en el «bloqueo» de los jugadores en el derbi.
Robert Basic
mochila cargada
plomos fundidos
El técnico asturiano compareció ante los medios tres días después de la «dolorosa derrota» del sábado y la víspera del enfrentamiento esta noche ante los campeones en partido de Liga en Anoeta. Hizo autocrítica y habló claro, sin rodeos, con mensajes muy contundentes, convencido de que sería un error mayúsculo hacer como si nada hubiera ocurrido.
No se trata de fustigarse, pero sí de analizar con atención lo sucedido en la capital andaluza, detectar los errores y subsanarlos cuanto antes para que la plantilla recupere la personalidad y demuestre que el fiasco ante el conjunto txuri-urdin fue un «accidente». «Están siendo días muy duros, pero el grupo está unido y fuerte y encontraremos el camino», subrayó. De momento, añadió, su tropa todavía se encuentra «en fase de recuperación», de asimilar el varapalo para empezar a levantar la cabeza y ver luz al final del túnel. «No lo olvidaremos en mucho tiempo», resaltó.
Con argumentos más reposados y sólidos que los esgrimidos en La Cartuja, donde el dolor y la frustración pudieron imponerse a la reflexión en unas declaraciones realizadas en caliente, el de Careñes echó ayer la vista atrás y aseguró que tanto el trabajo deportivo como emocional la semana previa a la final fue «muy bueno», lo que permitía mostrarse optimista de cara al choque contra la Real. Pero hubo un factor que no se midió correctamente: la excesiva presión en el vestuario.
efectos duraderos
fe en los suyos
Marcelino sabía lo que significaba esta competición en Bilbao, no se hablaba de otra cosa en la ciudad –«también mientras se disputaba la Supercopa»–, pero no alcanzó a imaginar hasta qué punto la responsabilidad y la casi obligación de ganarla había cargado la mochila de los jugadores. Ahora se ha dado cuenta de que saltaron al terreno de juego con un peso insoportable, con una tensión mal gestionada. «Mayor de la que yo percibí», asumió el entrenador rojiblanco.
Y puso un ejemplo que, a su entender, corrobora este diagnóstico. Cuando Oyarzabal transformó el penalti que dio al traste con los sueños del Athletic él confiaba en una eventual reacción porque no era la primera vez que el rival se ponía por delante y los leones daban la vuelta a la situación. En la final de la Supercopa ante el Barça tuvo que remontar dos veces antes del gol de Iñaki Williams. Pero esta vez el tanto del internacional del conjunto de Imanol Alguacil fue un golpe decisivo porque no hubo capacidad de respuesta. «Fue un mazazo definitivo, daba la sensación de que ya estábamos derrotados», lamentó el asturiano.
sin reacción
sin paños calientes
De hecho, cuando se le preguntó por sus sensaciones para la próxima final ante el Barcelona y si le consta que haya cierto desánimo colectivo, echó balones fuera para descargar a los suyos y se limitó a insistir en que «estamos muy fastidiados» antes de centrar su discurso en el choque de hoy en Anoeta. La plantilla está ahora mismo «hundida», sí, para hay cimientos másque suficientes para revertir la situación y estímulos más que atractivos. «No recuperarnos por haber perdido un partido sería una excusa, y a mí no me gustan las excusas», zanjó.
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