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Raúl García protesta a un asistente en el partido del domingo ante el Málaga.
El Athletic, el Atlético y Raúl García
el domingo, a las 18.15 horas

El Athletic, el Atlético y Raúl García

Ahora toca ver lo que da de sí nuestro equipo ante un grande, su bestia negra de los últimos años

Jon Agiriano

Martes, 8 de diciembre 2015, 16:56

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Aguardo expectante el partido del próximo domingo en el Vicente Calderón, uno de esos campos que examinan en profundidad a los jugadores y a los equipos. Si uno sale con el aprobado de la ribera del Manzanares ya puede considerarse un futbolista. Incluso un hombre. Algo parecido se decía del viejo San Mamés. Me contaron una vez que, cuando un canterano del Real Madrid comenzaba a destacar y caía en la tentación de observar ensimismado su rostro reflejado en el agua, Amancio le bajaba los humos diciéndole que, antes de creerse algo, primero lo demostrara una tarde de invierno en La Catedral, a ser posible bajo la lluvia. Del Calderón podría decirse lo mismo, y más ahora que el Atlético de Madrid lleva varios años compitiendo a un nivel extraordinario.

No es ninguna casualidad que el equipo de Simeone sea esta temporada el menos goleado de las grandes ligas europeas 6 en 14 partidos y vaya segundo en la clasificación, a sólo dos puntos de un Barça en estado de gracia. Sus cifras son producto de un estilo ya muy madurado que puede modularse en función de las circunstancias pero mantiene intacto el magma esencial que le hace temible: un vigor ronco, un sudor de herrería, una aspereza profunda. Siempre me ha parecido que Simeone guarda un cierto parecido físico eso que se llama un aire con Tom Waits, y que, bien mirado, al fútbol que propone el argentino se le podría aplicar la definición que un crítico musical hizo de la famosa voz del juglar de Pomona. «Es como si Waits hubiese sido sumergido en un depósito de bourbon, ahumado durante unos meses, y luego llevado afuera y aplastado por un coche».

Por todo lo dicho, creo que el domingo podremos hacernos una idea muy aproximada de cuál es el nivel del Athletic y cuáles son, por tanto, los objetivos que se le pueden plantear de un modo razonable. Sí, ya sé que se trata sólo de un partido y que extraer conclusiones definitivas de noventa minutos es uno de los flancos más expuestos y débiles del periodismo deportivo, pero qué le voy a hacer si tengo ese pálpito. Mi curiosidad es grande y sospecho que es compartida por muchos aficionados. Y es que la tropa de Valverde ya ha demostrado que los equipos de clase media y baja de la Liga ya no son un problema siempre y cuando el partido discurra por cauces normales. Ahora toca ver lo que da de sí ante un grande, un rival especialmente sólido y desagradable, su bestia negra en los últimos cuatro años. Un dato para que ruede por ahí, haciendo ruido como unas latas atadas a los bajos de un coche: de las diez veces que se ha enfrentado al Athletic como entrenador, Simeone ha ganado 8, ha empatado uno y ha perdido otro. En el caso de Valverde, su mejor resultado ante los pupilos del Cholo fue el empate a cero de la última visita al Calderón.

El domingo, por tanto, habrá que intentar traspasar una frontera que se resiste. Y uno de los encargados de abordar esa empresa tan complicada no será otro que Raúl García, durante años uno de los más sañudos cancerberos del cholismo. La actuación del navarro es otro motivo añadido de interés para el choque. De nuevo, debo confesar mi curiosidad. ¿Cómo rendirá Raúl García en su vuelta a un estadio donde tanto le quieren y enfrentándose a sus compañeros de tantas y tantas batallas?

Quizá me confunda, pero creo que hay razones sobradas para confiar en una buena actuación del flamante fichaje del Athletic. Es posible que, a lo largo de la semana, cumpliendo con la nueva tradición, Raúl García declare solemnemente que no celebraría un gol al Atlético. (Por cierto, siempre me ha llamado la atención que ese disimulo forzado sea visto como una forma de respeto a tu anterior afición y la naturalidad de la alegría como una ofensa a la misma, pero son cosas mías). Ahora bien, más allá de ese gesto, doy por descontado que el domingo el navarro entrará en combustión y se dejará la piel. Y es que, sencillamente, no puede evitarlo. Como en la fábula del escorpión, está en su naturaleza. Este hombre escucha el pitido inicial y se transforma en una fiera explosiva y cargante que no conoce ni a su madre. Hay fotos suyas en las refriegas del juego que hay que censurar porque su mirada puede provocar pesadillas a los niños. Yhay árbitros que un día acabarán teniendo que elegir:o sacar una pistola para mandarlo callar o hincarse de rodillas y, entre lágrimas, implorarle que termine con su matraca. Vamos, que hay que confiar en Raúl García para combatir al cholismo con una de las mejores cuñas de su misma madera.

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