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Cabreo monumental de los jugadores del Athletic con el árbitro.
Con la miel en los labios (2-1)
fútbol

Con la miel en los labios (2-1)

Dos goles del Málaga en los últimos diez minutos terminan con la racha de un Athletic entregado al que un error del árbitro dejó en inferioridad

Jon Agiriano

Domingo, 2 de octubre 2016, 16:12

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La racha del Athletic se terminó en La Rosaleda, donde los rojiblancos pagaron con creces el cansancio acumulado del jueves y una decisión del árbitro que les dejó injustamente en inferioridad desde el minuto 37. Fue una lástima porque el 0-1, obra de Aduriz al comienzo del choque, hubiese situado a los rojiblancos no ya en la zona noble de la Liga, sino directamente en el salón del trono. Los de Valverde aguantaron hasta donde pudieron, pero la avalancha del Málaga en la segunda parte, apoyado por un público crispado y faltón, fue demasiado intensa como para poder contenerla con las fuerzas tan menguadas y un futbolista menos. A nueve minutos del final, dos goles en apenas unos segundos de Sandro y Duda, dejaron al Athletic con la miel en los labios.

Los bilbaínos no pudieron tener un mejor comienzo de partido. Ahí es nada disfrutar de una obra de arte como la que firmó Aduriz a los tres minutos. El público estaba todavía cogiendo la postura en sus asientos cuando De Marcos envío un balón en largo en dirección a su delantero centro. Era el típico pase del que no se espera demasiado porque para sacarle jugo, con el central atento y bien perfilado, el atacante tiene que rozar la perfección. Y eso sucede muy pocas veces. De hecho, los partidos de fútbol están llenos de pases como ese, que se quedan en nada, sin destinatario, porque en el fondo vienen a ser como mensajes que se lanzan al mar en una botella. Pues bien, esta vez fue la excepción. Aduriz controló y orientó el balón de tacón, lo protegió con el cuerpo dejando a su marcador sin otra posibilidad que derribarle y luego la ajustó con la izquierda en el palo largo. Impecable.

La jugada agrandó al Athletic al tiempo que achicó a un Málaga muy dubitativo desde el principio. No tenían un plan claro los pupilos de Juande Ramos y su juego no tardó en llenarse de desconexiones. La defensa sufría mucho, sobre todo el joven Llorente con Aduriz, y el centro del campo tenía los plomos fundidos. Como siempre que juega ante el Athletic ­y frente a otros rivales más Recio era un manojo de nervios. El chaval tiene un aire de mexicano chiflado de western, de esos que entran pegando tiros en el saloon y parecen capaces de cualquier fechoría, y esa imagen se le acentúa cuando juega mal. Juanpi es distinto. Un poeta. Lo malo para su equipo es que a veces tarda demasiado en encontrarse con las musas.

Un punto más de fiereza

De hecho, no apareció hasta el minuto 20; una gran noticia para el Athletic, al que le faltó un punto más de fiereza y profundidad para aprovechar mejor el desconcierto de los andaluces en ese arranque del encuentro. Por no hablar también de un poco más de acierto por parte de Williams y de Raúl García, y de un mínimo de presencia por parte Sabin Merino, que tardó diez minutos en rascar bola. La verdad es que la capacidad del futbolista de Urduliz para desaparecer hasta el punto de que el espectador llega a preguntarse si está en el campo puede resultar desesperante. Como soldado de incógnito detrás de las líneas enemigas, mimetizado entre los helechos o los árboles, no tendría precio.

El equipo de Valverde estaba cómodo y eso a veces acaba provocando decisiones equivocadas. Los rojiblancos se echaron atrás y se dedicaron a dejar correr el segundero, tranquilos ante las enormes dificultades que tenía su rival para prosperar. Sandro y Charles, los dos delanteros por los que apostó Juande Ramos, apenas entraban en juego. La grada de la Rosaleda, por supuesto, no dejaba de manifestar su descontento. Hace tiempo que el jeque Al Thani ha dejado de ser el rey mago que vino de Oriente. En el fútbol, sin embargo, nunca se puede estar del todo tranquilo. Siempre puede ocurrir algo. Se demostró en el minuto 37, cuando Del Cerro Grande decidió expulsar a Balenziaga, que repelió desde el suelo una alevosa agresión de Rosales. Fue una roja justa. La gran injusticia la cometió el árbitro no expulsando al venezolano, que al fin y al cabo fue el que comenzó la pelea y el que actuó con más violencia. ¿Qué vio el linier para aconsejar a Del Cerro Grande que dictara dos sentencias diferentes y condicionara de una manera absoluta el partido?

Con uno menos ­y el desgaste acumulado del partido del jueves, era evidente que la segunda parte iba a ser un ejercicio de supervivencia por parte del Athletic. Los rojiblancos, sin embargo, acabaron reculando demasiado. Lekue había salido por Williams ya en el primer tiempo, tras la expulsión, y Aduriz se fue antes de la hora, sustituido por Etxeita. Por mucho que se fajaron en defensa como titanes, los de Valverde nunca dieron la impresión de que iban a poder conservar el tesoro del 0-1. O casi nunca, mejor dicho. Porque lo cierto es que, llegado el minuto 80, las esperanzas fueron inevitables. Justo entonces llegó el varapalo. El Málaga, al que Juande Ramos mejoró con un cambio inteligente quitó a su delantero Charles y metiendo a Duda, golpeó duro y en dos ocasiones seguidas. Sandro hizo el empate con un gran derechazo en el minuto 81 y Duda firmó el 2-1 en la siguiente jugada tras el saque de centro. Y ya no quedaban fuerzas para reaccionar, aunque es cierto que Beñat tuvo una falta buenísima en el último segundo del partido para establecer la igualada.

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