Uriarte, marcando uno de sus cinco goles.

Cuando el gol se llamaba Uriarte

La enfermedad que padecía secuestró su memoria, pero jamás borrará lo que está escrito con letras de oro en la historia del Athletic

Andoni Ayarza

Lunes, 19 de diciembre 2016, 08:51

Supongo que todo dependerá del paladar futbolístico de cada cual -algo absolutamente respetable-, pero al mío le resulta imposible disfrutar de un partido tan imperfecto en el orden defensivo como el que vimos el pasado 3 de noviembre antes el Genk La Catedral. Otra cuestión bien distinta es saborear la delicia individual de los cinco goles de nuestro eterno pichichi, Aritz Aduriz, o incluso de la alegría ofensiva del equipo, eso sí, frente a un rival que también hizo alarde de una desquiciante fragilidad defensiva.

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Pero mis líneas de hoy no se centrarán ya lo haré en otra ocasión ni en el análisis de los recurrentes problemas para encontrar la eficacia en la estrategia defensiva (cuando existen mimbres muy poderosos en el juego aéreo), ni en esa pérdida de equilibrio defensivo con respecto a temporadas precedentes. Hoy prefiero recordar a una de las grandes leyendas de la historia de nuestro Athletic: Fidel Uriarte.

Cuando Aritz, al borde del pitido final, anotó su quinta diana en el encuentro, su épica hazaña nos rememoró la protagonizada por el ariete de Sestao el último día del año 1967. Aquella Nochevieja hace casi 49 años, con otro mito como Piru Gainza en el banquillo, el Olentzero nos regaló la contundente victoria del Athletic sobre el Betis (8-0) con 5 golazos de Fidel Uriarte, uno de ellos de penalti. Con total seguridad, el bueno de Fidel también hubiese disfrutado de lo lindo si hubiese podido vivir en directo el repóquer de Aduriz frente al Genk en San Mamés. Pero no fue así, aunque muchos le tuvimos presente.

La enfermedad que padecía secuestró su memoria, pero jamás conseguirá borrar lo que está escrito con letras de oro en las gloriosas páginas de la extensa crónica rojiblanca. Y desde aquí mi admiración y mi cariño para su mujer, Begoña, para sus amigos más íntimos en especial Luis, quienes le han acompado y le han cuidado en el día a día.

Porque como Andrea Guillies narra en su libro 'Las amapolas del olvido', cada historia de demencia es una crónica de amor incondicional, de generosidad sin límites,... pero también de sufrimiento y de miedo, de una ayuda a vivir y a morir que jamás debería concentrarse en el estricto ámbito familiar. Y lejos de generar un estigma, quienes abren su realidad al exterior subrayan ese amor y esa grandeza de la que hacen gala en el cuidado de su ser querido. En este caso Fidel.

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Ni más ni menos que una grandeza acorde a la figura del penúltimo pichichi rojiblanco, acorde a una época donde el gol se llamaba Uriarte.

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