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De Marcos celebra junto a Muniain y Lekue el gol que le marcó al Atlético.
La vida es otra con De Marcos

La vida es otra con De Marcos

Valverde celebra el regreso del inagotable jugador de Laguardia, que hasta su lesión llevaba cinco temporadas sin perderse dos partidos seguidos de Liga

Jon Agiriano

Viernes, 27 de enero 2017, 01:53

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Viendo su actuación ante el Atlético, culminada con un gol de cabeza propio de un delantero centro que acude puntual al pase que le llega desde la banda, los aficionados rojiblancos comprobaron el pasado domingo una realidad a la que, probablemente, no habían prestado la suficiente atención. Me refiero a lo distinta que es la vida con Óscar de Marcos, a lo importante que es este jugador para el Athletic. Ernesto Valverde está convencido de ello y así lo ha dejado traslucir en algunas ruedas de prensa durante los dos últimos meses, cuando al hablar del polivalente futbolista de Laguardia el gesto se le nublaba sin querer. «Le necesitamos», llegó a decir a primeros de diciembre, tras confirmar que De Marcos no podría jugar hasta 2017.

Ese plazo se ha cumplido. No así los primeros que se dieron desde el club después del partido contra el Espanyol, cuando el futbolista volvió a recaer de la lesión que se había producido jugando contra Osasuna en San Mamés, a finales de octubre. El Athletic emitió entonces un comunicado en el que los servicios médicos detallaban que sufría una «tenosinovitis del tendón del músculo peroneo lateral largo en su pie izquierdo, asociado a sobrecarga en estructuras osteoarticulares adyacentes». No parecía mucho, en cualquier caso. Y menos para alguien que tiene el umbral del dolor tan alto como De Marcos, uno de esos tipos duros que empieza a quejarse un poco cuando otros ya piden a gritos el tiro de gracia. Un par de semanas con tratamiento de fisioterapia serían suficientes. Al final, han sido más de dos meses. Y es que lo que sufría en realidad De Marcos era un edema óseo, una dolencia muy «latosa», por citar el adjetivo que utilizó en su día Valverde.

El lateral rojiblanco se ha acabado perdiendo trece partidos, seis de Liga, cuatro de Copa y tres de la Europa League. Ha sido una baja larga. Al jugador, desde luego, se le ha hecho eterna. Y es que, si a algo se ha acostumbrado De Marcos en las cinco temporadas anteriores, ha sido a jugar sin descanso. En Liga, por ejemplo, sólo se ha perdido 16 partidos sobre 190 posibles. De la misma manera, el Athletic también se ha acostumbrado a que él esté en el campo. Hay un dato curioso en este sentido. Desde que Marcelo Bielsa le sacó de las catacumbas -en la última campaña de Caparrós sólo fue titular en tres partidos- y le dio todos los galones posibles hasta convertirlo en algo parecido a su jugador fetiche, el de Laguardia no había estado dos encuentros seguidos de Liga sin jugar. Como mucho, faltaba uno. Al siguiente ya estaba en perfecto estado de revista.

El impacto

Su ausencia se ha notado más de lo que, en principio, pudiera parecer. Que falte alguien como De Marcos no provoca entre los aficionados rojiblancos una sensación de orfandad similar a la que, hoy por hoy, provocaría la baja no ya de Aduriz, el único futbolista insustituible de la plantilla, sino de otros como Raúl García, Beñat o Laporte, incluso de Williams pese a estar rindiendo a un nivel muy inferior al de la pasada temporada. Y no sólo se trata de que, en la posición del 2, el Athletic esté bien surtido y tenga otras alternativas como Lekue o Bóveda, algo que no sucede en el lateral izquierdo, sino de que no se termina de valorar del todo el impacto que provoca en el Athletic el juego explosivo de Óscar de Marcos.

Impacto es la palabra correcta. Y es que hablamos de un jugador al que, por encima de aciertos o errores puntuales en sus acciones, hay que valorar por el inmenso despliegue que realiza y por la extraordinaria energía que transmite a sus compañeros durante los noventa minutos. De Marcos es para el equipo un grupo electrógeno inagotable y un compañero que se presenta voluntario a todas las misiones, por arriesgadas que sean. Es alguien que siempre está ahí, en primera línea del frente, predicando con el ejemplo. Para sus rivales, por supuesto, es un mal enemigo. Un gran futbolista como Carrasco pudo comprobarlo el pasado domingo. El alavés sólo le dio opciones en un contragolpe, pero le acabó secando y, en el minuto 56, le comió la moral marcando el 2-1. Simeone le sustituyó poco después.

Seguro que hay mejores laterales que el rojiblanco, pero muy pocos que compliquen tanto la existencia a los rivales que le atacan por su costado. Es lógico que Ernesto Valverde esté feliz con su regreso. Aparte de que la Europa League está ya muy cercana, al equipo le espera una segunda vuelta de Liga complicada, con un calendario muy duro lejos de San Mamés, justo donde el Athletic está mostrando una mayor debilidad. Los rojiblancos necesitan elevar su nivel de juego si quieren cumplir su objetivo de volver a entrar en Europa. Y la aportación de De Marcos puede ser clave en ese sentido. La versión que ofreció el domingo en lo que fue prácticamente su reaparición después de más de dos meses de baja -en Leganés sólo jugó seis minutos- no pudo ser más prometedora. La impresión es que había vuelto la locomotora de Laguardia. Una gran noticia.

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