De repente a las 17.30 horas sucedió lo que nadie esperaba. Lluvia sobre Riad. No era un chubasco contundente, pero venía acompañado de viento. «Ya veras cómo se pone enseguida todo», advirtió un empleado del hotel. Así fue. Prácticamente al poco el horizonte se convirtió en una niebla impenetrable. Era una tormenta de arena. El agua y lo
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión