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Pitos y algunos pañuelos despidieron a los jugadores del Athletic por su eliminación.

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Pitos y algunos pañuelos despidieron a los jugadores del Athletic por su eliminación. Ignacio Pérez

Vergüenza y oprobio

Alguien tendrá que empezar a asumir responsabilidades y encauzar esta vergüenza hacia otros derroteros. Ziganda deberá reflexionar sobre su papel en este despropósito

Jon Rivas

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Jueves, 30 de noviembre 2017, 00:27

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Un horror. El gol en el último segundo del Formentera destapó todas las vergüenzas del Athletic; las que quedaban por destapar, mejor dicho. 'Cuco' Ziganda tendrá que reflexionar sobre su papel en este despropósito. El modestísimo equipo balear que este miércoles jugó en San Mamés dio una lección de decencia mientras que los rojiblancos se retiraban al vestuario cabizbajos, sin haber demostrado en 180 minutos que son mejores a pesar de sus magníficos salarios. Los millonarios prematuros, como los calificó Bielsa hace unos años, no hicieron gala de su estatus económico, que eso también hay que juzgarlo.

La cosa ya iba mal para el público que acude habitualmente a San Mamés, por eso de los horarios disparatados, que a muchos nos hacen pensar que quienes manejan los hilos han puesto un mono, tal vez descartado por torpe de algún experimento sobre inteligencia primate, delante de un ordenador dándole a la tecla y adjudicando horas y días sin ton ni son. Y ese mono, que recibe un plátano cada vez que suben las audiencias en Singapur, lo mismo programa al Sevilla a horas tórridas de una tarde de otoño, que un Athletic-Formentera de madrugada la noche que empiezan a hibernar los osos de Cabárceno.

Así, heladitos todos, escuchando golpear la lluvia en la premiada cubierta de San Mamés, pasamos la velada adormilados primero e indignados después. Más aburridos en la primera parte que los fans de las películas basadas en hechos reales de una tarde de domingo, que por un despiste se han colado en un ciclo con la obra completa de Peter Greenaway. Porque el Athletic no proponía nada más allá de intentar dominar a un equipo inocente y entusiasta. Confieso que hubiera preferido verme la filmografía completa de Greenaway, o sentarme en la redacción a darle hilo a la cometa, o incluso tragarme una peli basada en hechos reales de serie B. Hasta sentarme junto al mono de los horarios para ver cómo trabaja.

Lo del campo era insufrible. Los meritorios no hacían méritos y los habituales tampoco. Posesión, eso sí, hubo mucha. Se hartaron de balón los rojiblancos, como la lluvia de golpear en la cubierta, pero con el mismo resultado. Ni el Formentera sufrió demasiado, ni el público se mojó. Pocas de las decisiones que tomaron los jugadores del Athletic fueron acertadas. En ataque resultó descorazonador el modo de actuar de los rojiblancos; en defensa no se vieron demasiado obligados aunque cada arrancada del Formentera en los minutos finales ponía los vellos de punta, porque un gol isleño eliminaba al Athletic.

Fue un sinvivir que tuvo culminación en el último segundo del descuento, en ese córner con el que Álvaro pasará a la historia del modesto equipo balear el mismo día en el que el oprobio rojiblanco aumentó hasta límites inimaginables a comienzo de temporada.

Lo que no mejora, empeora, dijo Ziganda en su presentación. Tendrá que aplicarse el cuento, porque de momento, nadie ha visto mejora alguna en su equipo, que como él mismo avisó, va a peor. Camino del abismo. Con la Liga entre algodones; la Copa arrojada a la basura y la Europa League todavía sin asegurar, el panorama rojiblanco no puede ser más oscuro. Alguien tendrá que empezar a asumir responsabilidades y encauzar esta vergüenza hacia otros derroteros.

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